lunes, 26 de septiembre de 2011

¿Se acabaron los toros… en Barcelona?

 

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Cartel de la inauguración de la plaza Monumental de Barcelona el 27 de febrero de 1916 (Del libro “El cartel taurino, la sociedad y los toros. 1820-1920” de Ángel Sonseca)

Venimos de Barcelona, de cerrar la plaza de toros Monumental que, allá por febrero de 1916, inaugurara Joselito el Gallo y que un día de septiembre de 2011 ha cerrado el torero catalán Serafín Marín.

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Joselito el Gallo da la vuelta al ruedo en Barcelona, el día de la Inauguración de la Monumental.

Y digo que la ha cerrado Serafín para los anales y la estadística, porque el cierre simbólico lo puso José Tomás quien toreó como pocas veces he visto torear en mi vida de aficionado. Y ojo, que el sábado Juli, Manzanares y Morante compusieron una sinfonía multicolor muy difícil de igualar.

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De José (El Gallo) a José (Tomás). Casi 100 años de historia del toreo.

Después de visto lo visto estos dos días, creo que el toreo goza hoy de muy buena salud. Tenemos toros y tenemos toreros. O sea que, de decadencia, nada.

Eso, por dentro. Porque por fuera, es otra cosa. Fundamentalmente, por el cambio de mentalidad que respecto a nuestra relación con los animales han tenido las sociedades más avanzadas en los últimos años. Cambios que, creo, están dirigidos por políticos y mercaderes y que responden a intereses no siempre confesables o confesados.

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Los cambios de mentalidad de nuestra época, responden a fines políticos y económicos inconfesables, a veces, y suelen estar dirigidos por mercaderes y estadistas.

El problema está planteado. El dilema entre humanismo y animalismo (por llamarlo de alguna forma) también. Y la solución no parece fácil.

Los argumentos en favor de los valores éticos del toreo me parecen inobjetables. Hay están los magníficos escritos de mi buen amigo Andrés de Miguel. Sin embargo, no creo que prosperen ni que consigan romper la tendencia actual ya que existe una corriente de opinión muy fuerte en sentido contrario.

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Hubo quien celebró el cierre

Los planteamientos de algunos aficionados de radicalizar la fiesta (de volver a los orígenes, al toro fiero y al toreo lucha) no los veo viables ya que si algo nos enseña la historia del toreo (algunos de cuyos retazos gustamos de traer aquí)  es que esta no suele volver sobre sus pasos.

El toreo ha evolucionado siempre para acomodarse a los gustos y a la mentalidad de la sociedad del momento, acorde al sentir de los públicos, pero muy distantes de los criterios de los aficionados, que, casi siempre, hemos andado bastante despistados como profetas.

Ejemplo reciente: la actitud de algunos aficionados y algunos periodistas con José Tomás. ¡Se le acabó el crédito! decía un crítico taurino de uno de los diarios más relevantes. ¡Está acabado! apostillaban y coreaban los aficionados vehementes en la blogsfera. Y, sin embargo, ni se le acabó el crédito ni se acabó el torero.

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José Tomás. Crédito infinito de un torero inacabable.

Al contrario, Tomás (cuya hoja de servicios es una de las más impolutas de la historia del toreo) ha firmado en Barcelona una de sus mejores faenas. Sólo hizo falta que le embistiese con nobleza un toro. Igual que en Nimes. Lo que no le había ocurrido en sus anteriores comparecencias de esta temporada. Y, cuidado que sus faenas este año han sido magníficas y siempre por encima de las condiciones de sus toros.

Para mí, que el público en general atienda sólo al resultado lo comprendo. Pero que el aficionado y, sobre todo el periodista, no vaya más allá y no sepa o no valore el mérito de una faena técnica a un toro  complicado, no me entra en la cabeza.

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No siempre es fácil ver el mérito técnico que encierra una faena a un toro con complicaciones. José Tomás en su segundo.

Claro que hay aficionados y periodistas que no tienen estos problemas como mi amigo en la distancia Gastón Ramírez o como ese magnífico cronista riojano que se llama Pablo García Mancha.

Aconsejo leer a los dos si alguien quiere enterarse como estuvo de verdad JT en Barcelona. Para mí, en lo que coincido con ambos, mejor no es posible torear. Ni técnica ni estéticamente.

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Mejor no es posible torear

Y eso que, como decía antes, el día anterior vimos muy buen toreo. Muy técnico el Juli con dos toros muy complicados (¡Qué difíciles de verdad son los toros complicados -pero corregibles- de Núñez del Cuvillo! y qué mérito tuvieron las faenas de este torero el sábado pasado).

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Para torear hay que lidiar desde que sale el toro. El Juli lo hace.

Con mucho empaque Manzanares, que cuando un toro le mete la cara compone la figura como pocos.

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El empaque de Manzanares

Y (fuera de Concurso), irregular pero genial, Morante de la Puebla. El apogeo de la estética y el sentimiento …cuando le gusta el toro. Cuando quiere y cuando puede. Un torero de época. Más bien, de todas las épocas. El Rafael el Gallo de nuestros días.

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El Rafael el Gallo de nuestra época se inspira antes de la salida del sobrero. Un torero aparte

Con Tomás (técnica y arte sumos) torearon el domingo Juan Mora (puro sentimiento artístico aunque ayuno de técnica) y Serafín Marín (Muy técnico pero con escasos argumentos artísticos). Salieron los tres a hombros. Como habían salido también los tres toreros el día anterior.

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Juan Mora, con mucho sentimiento

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Serafín Marín, con mucha técnica

No. Repito lo que dije antes: Los problemas importantes de la Fiesta no están dentro sino fuera. Y es posible que se imponga la necesidad de cambiar lo de dentro para adaptarse a los tiempos que corren.

El debate está abierto. Los toreros parece que tienen las ideas más claras (o, al menos, más flexibles) que los aficionados y los periodistas. Véase la disputa de Castella vs Arnás a propósito de la supresión de la estocada en Ecuador.

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La sombra de duda que planea sobre la estocada

No importa quien tenga razón pero el problema está encima de la mesa y ese es el debate que habrá que afrontar muy pronto. La pervivencia de la estocada y la suerte de varas se discuten. El derecho a hacer daño público a un animal, por muy poco doméstico que sea este, está cuestionado y obliga a plantearnos si suertes tan primordiales, son o no prescindibles.

Al toro se le mataba antes para garantizar que, una vez picardeado, no volviese a salir al ruedo. Y se le picaba para que el torero tuviese opciones a la hora de matarlo (lo de justificar la suerte de varas como medio de probar su bravura –crecerse al castigo- a base de tundirle los lomos, creo que es mejor ni plantearlo).

Si se garantiza que el toro toreado no vuelve a la plaza, no es estrictamente necesaria la estocada. Si el torero puede con el toro sin picar (Y el torero de hoy día tiene una capacidad técnica enorme que no hace descabellado plantear esta hipótesis), no hace falta la suerte de varas.

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Al toro se le mataba para garantizar que no volviese a salir al ruedo. José Tomás en su impresionante estoconazo a su primer toro.

Si no se mata al toro ni se le daña. Si el toro no muriera en la plaza y, sin embargo, todo el riesgo lo asumiera el torero. Si la única sangre que se pudiese derramar en los ruedos fuese la de los toreros ¿se habría cerrado la plaza Monumental de Barcelona?

 

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En la foto, la Monumental de Barcelona en la última corrida. El debate sobre la capacidad actual de José Tomás lo cerró ayer el propio torero. El debate sobre el futuro de la Fiesta empieza –de verdad- hoy.

2 comentarios:

Dominguillos dijo...

Sr. Morente: Supongo que lo expuesto los seis últimos párrafos es una quimera que usted plantea como fórmula para que los animalistas dejaran de atacar la Fiesta. Porque sino me acaba de desmoronar mis pocos conocimientos en Tauromaquia.

No hay que olvidar que la prohibición, disfrazada de protección de los animales, obedece a razones políticas separatistas. Craso error por parte de estos políticos. Aquí un grán artículo sobre ello escrito por Pablo Hernanz: http://entretoroytoro.blogspot.com/2011/09/el-amor-por-la-tribu.html

Un abrazo.

Jose Morente dijo...

Amigo Vazqueño:

Digamos más bien que los últimos párrafos están pensados para obligarnos a replantearnos algunas de nuestras ideas fijas.

Estoy convencido de que -los aficionados a los toros- tenemos razón y que es más importante la vida de una persona que la de un animal. También que en la prohibición catalana subyace un tema de política independentista (lo explica muy bien el artículo que cita). Pero creo que debemos hacer el esfuerzo de ponernos en el lugar del "otro". No en el lugar del interesado nacionalista catalán (que defiende su sillón) ni en el del antitaurino profesional (que defiende su sueldo) sino en el lugar del ciudadan@ de a pie que no gusta de ver infringir daño a los animales en público (postura quizás hipócrita porque del daño privado nadie dice nada).

Creo que debemos aceptar que esta mentalidad al propagarse aleja de la fiesta a muchos jovenes.

No se trata de desmoronar conocimientos de tauromaquia (de los que -me consta- la amplitud de los suyos) sino de plantearnos posibles y diversos escenarios.

El toreo ha cambiado a lo largo de su historia y -estoy seguro- cambiará y mucho de aquí en adelante. Si los aficionados seguimos la práctica del avestruz o nos enrocamos en nuestras viejas ideas, estoy convencido que nadie contará con nuestra opinión. Si queremos que nos escuchen y queremos influir en la dirección que tome el toreo en el futuro tenemos que apostar fuerte. En caso contrario, el público -no el aficionado- tendrá la última palabra.

Los aficionados llevamos décadas diciendo que hay que cambiar la suerte de varas, pero nada hemos hecho.

¿Vamos a seguir siempre esperando que esto se desmorone o somos capaces de actuar y de proponer alternativas?

Sigamos el ejemplo de los toreros, capaces de proponer nuevas soluciones a nuevas situaciones y cuya capacidad de adaptación a los cambios ha sido infinita.

En todo caso, y por lo que atañe a nosotros y a nuestro horizonte temporal creo que estos cambios se van a producir muy, muy lentamente. Al menos, ese es mi deseo.