martes, 5 de febrero de 2013

La normativa taurina (I) Un escándalo horrible

Por Jose Morente

1886-05-10 La Nueva Lidia Una bronca mayuscula (2)

Una bronca mayúscula (Detalle de una ilustración de Alaminos para la Nueva Lidia  del 10 de mayo de 1886). Las protestas en las plazas de Toros fueron muy frecuentes en épocas pasadas, especialmente en el siglo XIX y principios del XX. Siguen siéndolo hoy pero sin la virulencia de antaño.

Una joven lectora de este blog, Irene Tamayo,  sugería no hace mucho que dedicásemos alguna entrada a ejemplificar algunos de los matices menos conocidos de la normativa taurina. Proponía además que ello se hiciese mediante anécdotas y hechos que se salgan un poco -o mucho- del día a día habitual de una corrida de toros” para darle mayor amenidad a un tema, de por sí, bastante árido.

Recogiendo el guante, vamos a comentar –en esta y en próximas entradas- algunos aspectos de los reglamentos taurinos, vigentes y pasados, pero antes, vamos a reflexionar un poco (no mucho) sobre el tema de la reglamentación de la Fiesta y sobre su supuesta necesidad.

 

¿Es necesario reglamentar el orden técnico de la Fiesta? 

Los Reglamentos taurinos se han venido justificando históricamente en razones de seguridad y orden público. Por otra parte, la necesidad de garantizar los derechos del consumidor parece también exigir la previsión de un régimen disciplinario y sancionador que evite el fraude.

1909-06-17 (Los Toros) espectadores en el ruedo

Protesta de espectadores en el ruedo de la Plaza Vieja de Madrid. el domingo 13 de junio de 1909. La presencia de los espectadores en el ruedo durante el desarrollo del espectáculo (algo habitual en épocas pasadas) suponía una alteración del orden público y un problema de seguridad (pues la protesta se producía las más de las veces durante la lidia del toro) como ocurrió ese día.

Cuestión distinta es la conveniencia de incluir en los reglamentos la regulación de los aspectos técnicos del espectáculo. Sin embargo, el orden de lidia y su desarrollo han sido objeto de extensa y detallada normativa en todas las épocas.

tauromaquia_completa

En la Tauromaquia de Montes (1836), se trataban tanto los temas técnicos, propios de una tratado taurino, como los de orden público y de seguridad, propios de una ordenanza (estos últimos incluidos en el epígrafe final “Reforma del espectáculo”), Es muy probable que sea esa mezcolanza la causa de que las reglamentaciones taurinas incluyan, desde entonces, cuestiones que atañen al mero desarrollo de la lidia.

La inclusión de las cuestiones relativas al desarrollo interno del espectáculo dentro de los reglamentos taurinos implica que estas puedan ser objeto de fiscalización y, en su caso, de sanción administrativa, lo que plantea algunas dudas.

1887-05-30 Un aviso al picador (Lám.)

Un aviso al picador. Lámina de la Lidia del 30 de mayo de 1887. Hay cuestiones del desarrollo del espectáculo que sólo pueden controlarse desde fuera del redondel. Sin embargo, es cuestionable que dicho control deba corresponder a la autoridad gubernativa y más aún que los incumplimientos deban ser objeto de sanción administrativa

Ese mismo número de la Lidia incluía un artículo de Federico Mínguez, titulado “Bronca a los toreros”, donde, con motivo de un disturbio acaecido en Madrid unos días antes de la publicación de la revista (concretamente el anterior 7 de mayo), recriminaba duramente a los espectadores que siempre “tienen en la boca el reglamento” pero que “no dejan de pedir cosas contrarias a él” y que, en todo caso, perturban una corrida que “tienen derecho a ver con tranquilidad los que gozan y la saborean como espectáculo que les halaga y satisface”. El escritor terminaba protestando enérgicamente contra los que de tal modo obraban. Protesta que suscribimos pues no parece razonable que, por el parecer (como mínimo discutible) de un número minoritario de espectadores se altere y moleste al resto mayoritario de la plaza. Algo que deberían plantearse quienes protagonizan habitualmente esas protestas.

Un detalle curioso: El cesto que un vendedor de naranjas ha dejado momentáneamente en el suelo del callejón.

Independientemente de estas consideraciones generales, lo cierto es que la regulación actual de la Fiesta de los Toros en las distintas Comunidades Autónomas conjuga cuestiones de policía del espectáculo (orden público y seguridad) con cuestiones de orden técnico. Una curioso situación que diferencia al toreo y lo singulariza respecto al resto de espectáculos y que, por el momento, nadie parece cuestionar.

 

Escándalo horrible en la undécima de abono

1909-06-14 El Imparcial (N.N.)

Entradilla de la reseña de la corrida del día 13 en el Imparcial del 14 de junio de 1909

La salida al ruedo del segundo toro, de la undécima corrida del abono madrileño de 1909 (el domingo 13 de junio), que correspondía a Antonio Boto Regaterín,  produjo un escándalo monumental.

Y es que los ánimos venían ya muy caldeados ese día. Primero, porque la ganadería que se estaba lidiando esa tarde no figuraba entre las del abono. Segundo, porque de los seis toros de Gregorio Campos finalmente anunciados, dos habían sido rechazados en el reconocimiento previo y sustituidos por un toro de Cortés y otro de Aleas y tercero porque ni el primero de la tarde ni el que acababa de salir al ruedo (Grajito, negro, chico y rabón) tenían un presencia mínimamente aceptable.

1909-03-25 Cartel de abono (El Enano) 01

Noticia de los toreros y las ganaderías que componían el cartel de abono de ese año (Publicada en el Enano el 25 de marzo). No figuraban ni Bombita (fue el año del Pleito de los Miuras) ni Machaquito ni Rafael el Gallo, máximas figuras del momento. Los toros de Gregorio Campos tampoco estaban anunciados. Aunque sí los de Don Vicente (D.V.) Martínez

1909-03-31 La Correspondencia  Mosquera cambiar el modo del cartel

Un detalle curioso es que, por aquellos años, se anunciaba la lista de toros y la de toreros que formaban el abono pero no se especificaban los carteles concretos. Era algo que venía casi obligado por las clausulas de los contratos de los toreros pero a lo que el empresario de Madrid quería poner remedio, como indicaba el propio Mosquera en una declaración al diario La Correspondencia de España, el 31 de mayo.

Para colmo el toro segundo, además de chico y feo, salió más manso que un mulo. Por eso, cuando el Presidente sacó el pañuelo rojo que ordenaba poner banderillas de fuego, se armó… la mundial.

1897-11-09 (p. Pan y Toros) Banderillas de fuego

Las banderillas de fuego (la fotografía es de la revista Pan y Toros de 1897) solían ser muy accidentadas y el tercio poco lucido normalmente aunque divertido (Al menos para los villamelones, que diría mi amigo Gastón Ramírez). La regla de un tercio accidentado se cumpliría ese día con Grajito, pues Bonifa tiró un par que no clavó, luego pusieron medio (o sea, un sólo palo) junto a la oreja que no explotó, luego otro que también se cayó y, por fin, medio más al cuarteo que, ese sí, por fin explotó. Lo que se dice un verdadero desastre.  

Mientras lo banderilleaban más mal que bien, la protesta iba creciendo y el público pedía a voz en grito que el toro fuese retirado a los corrales.

1909-06-13 (p. 14 ABC) Texto

La bronca contada en el ABC del día siguiente. Por cierto, ya han aparecido aquí las naranjas que antes nos dejamos en la cesta del callejón. Son las mismas que se vendían para refresco de los espectadores y que, en ocasiones como estas, se utilizaban como arma arrojadiza.

Algunos espectadores empezaron a echarse a la plaza e, incluso, los más osados intentaban torear al burel.

1909-06-17 (Los Toros) espectadores en el ruedo 01 Otro toreando

Los más osados intentaban torear al toro (Fotografía publicada en Los Toros del 17 de junio de 1909)

Y pasó lo que tenía que pasar. Que el toro cogió a un espectador…

1909-06-17 (Los Toros) espectadores en el ruedo 02 Cogida de otro espectador

Dramática cogida de uno de los espectadores que saltaron al ruedo (Los Toros del 17 de junio de 1909).

…Y luego a otro al que hirió aunque, por suerte, sin gravedad.

1909-06-17 (Los Toros) espectadores en el ruedo 03 Cogida de Jose Monge Gonzalez

Aparatosa cogida del espectador José Monge González que acabó en la enfermería con una herida en la región occipital y conmoción cerebral según el parte facultativo (Fotografía publicada también en Los Toros del 17 de junio)

El caso es que al Presidente, Don Francisco Fuertes, el tema se le había ido de las manos quizás porque fue incapaz –como decía Paco Media-Luna en el Toreo- de “hermanar el rigor del reglamento con las exigencias del público”. Al final, ante el desaguisado montado (“impropio de la Plaza de Madrid”, añade el citado revistero) claudicó y devolvió el toro al corral, saliendo en su lugar el sobrero que fue tan manso como el anterior por lo que tuvo que ser condenado igualmente al “tuesten”. El sobrero acabó sacando agua de la noria y Regaterín, que estuvo muy valiente y decidido con este toro por lo que oyó muchas palmas, se hartó de correr tras él.

Del resto de la corrida, solo se salvó el quinto cumpliendo el adagio popular. El sexto de Aleas, volvió a llevar fuego. En resumen que, aunque los toreros (Vicente Pastor y Manolete fueron los que acompañaron a Antonio Boto ese día) estuvieron por encima de las reses, la corrida fue mala sin paliativos.

 

Lo que decía el reglamento taurino de la época

Regía, en aquellos años, el Reglamento de 1880 (del que puede consultarse el ejemplar comentado por Leopoldo Vázquez y que está en la Biblioteca Digital de Castilla y León)

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A principios del siglo XX regía en Madrid el Reglamento de 1880 promulgado por el Conde de Heredia Spínola. La edición que hemos utilizado es la de 1891 comentada por Leopoldo Vázquez.

Sobre la cuestión que nos ocupa (devolución de toros y previsión de sobreros) el citado texto contenía una regulación similar en líneas generales a la del actual Reglamento nacional.

Así establecía la obligación de disponer de un sobrero que podía ser de distinta ganadería (El reglamento estatal actual exige dos en plazas de 1ª categoría). Si el toro se inutilizaba en el ruedo durante los dos primeros tercios de la lidia debía ser apuntillado o devuelto a los corrales, corriendo turno para los matadores. Por el contrario, si la inutilización hubiese tenido lugar en los chiqueros el toro se retiraba al corral y se sustituía por otro sin correr turno.

Lo más interesante ya que atañe al asunto que nos ocupa era lo regulado por el artículo 22 que establecía que si había que devolver algún toro por defecto físico la autoridad debería castigar severamente al Veterinario que, en el reconocimiento previo (obligatorio y que se celebraba 6 horas antes de la corrida. Ahora son dos, uno de ellos el día anterior a la misma), hubiese dado por bueno al toro,

Ese reconocimiento previo versaba sobre la sanidad de la res y su utilidad para la lidia. En los comentarios al reglamento, Leopoldo Vázquez enumeraba los defectos que obligaban a  considerar las reses no útiles para la lidia:

Cometarios al reglamento Leopoldo Vazquez

 

El fondo del asunto

En realidad, el público protestó a Grajito no por su mala presentación (que la tuvo) o por presentar algún defecto físico (que, al parecer,  no  tuvo) sino, sobre todo y como suele ocurrir, por su manifiesta mansedumbre, que es algo que a los aficionados nos cuesta entender pues estamos convencidos (y con razón) de que cada toro tiene su lidia.

Más difícil de comprender aún (sobre todo pasado el tiempo y sin haber presenciado los hechos) son las críticas que los revisteros y, en particular Paco Media-Luna, hacían al Presidente pues venían a dar la razón al público en sus protestas por la mansedumbre del toro.

Sea como fuere, el asunto se viene repitiendo, año tras año y corrida tras corrida, cada vez que sale un toro manso huido a la plaza pues provoca la rechifla del respetable, que pide inexorablemente su sustitución.

 

El año pasada en Málaga

Algo parecido ocurrió en Málaga el año pasado el día 2 de septiembre con un toro de la Quinta que correspondía a Curro Díaz.

dos-devoluciones-reglamentarias-malagueta (Paperblog)

Ana María Romero devolviendo un toro manso de la Quinta en la Malagueta el 2 de septiembre de 2012 (Fotografía de Pepe Pastor publicada en Paperblog donde se analizaban con bastante precisión el carácter reglamentario de esa devolución).

El toro muy manso fue muy protestado por el público. Pese a que el reglamento andaluz es tajante respecto a esta cuestión, y excluye expresamente este supuesto (Dice textualmente el texto andaluz en su artículo 62.6: “La mansedumbre de la res no será, en ningún caso, motivo suficiente para acordar su devolución a los corrales”), la Presidenta de la corrida decidió devolver el toro.

Dicha devolución se justificó en el Acta (según se dijo) por razones de orden público. En concreto, se aducía que la devolución se hizo para evitar el probable altercado que se hubiera producido en caso contrario, ya que el diestro -Curro Díaz- y su cuadrilla  se negaban ostensiblemente a lidiar la res. Por ello, se proponía además sancionar a los toreros.

Entre cumplir a rajatabla el reglamento o evitar una alteración del orden público, se optó por esto último.

Una solución bastante razonable aunque discutible, pues la supuesta alteración del orden público no pasa, en el fondo, de ser una mera hipótesis y es harto improbable (por no decir imposible) que se hubiese producido en la realidad, ya que el público de ahora no tiene, por suerte para todos, nada que ver con el público de antes.

Y desde luego, nada que ver con el público de la undécima corrida del abono madrileño del año 1909.

1909-06-13 (p. 17 El Toreo) Escandalo en Madrid

Un escándalo formidable. Madrid, 13 de junio de 1909 (Fotografía de El Toreo del día 17 de junio).

4 comentarios:

Irene Tamayo dijo...

Hola Jose:

Antes de nada quiero agradecerte la deferencia de tomar mi sugerencia para elaborar un artículo tan interesante. Siempre es un placer leerte -Me estoy permitiendo la chulería de tutearte, puedes darme un capón-.

Me surgen algunas preguntas con la lectura: empezando por el final con la anécdota del año pasado en Málaga, me queda la duda de qué habría sucedido si la Presidenta no hubiera optado por mandar al toro al corral -más allá del hipotético altercado- en el caso de que efectivamente Curro Díaz no hubiera querido lidiar al animal. He oído muchas veces la historia de cómo los toreros de antaño podían llegar a pasar la noche en el calabozo si se negaban a matar a un toro, pero desconozco la normativa actual al respecto. ¿Se les multa?

Otra cosa que quisiera comprender mejor es la tesis de que cada toro tiene su lidia, por manso que éste sea. Como concepto, en abstracto, se comprende bien: todos hemos visto toros mansurrones crecerse a lo largo de una faena gracias al buen hacer del torero y que, en manos de otro menos ducho, no habrían lucido ni la mitad. Ahora bien, hay grados y grados de mansedumbre. Mientras en el toro exista algún deseo de embestir algo podrá hacer el torero, pero en el caso extremo de un toro huido poco podrá lidiarse.

Asimismo, el hecho de que un toro terriblemente manso tenga alguna posibilidad de ser lidiado dignamente no implica que no existan toros de mejor calidad que proporcionen por sistema un espectáculo más vistoso. Con esto quiero decir que no resulta totalmente descabellado querer establecer un límite de mansedumbre a evitar con el objetivo de mejorar la calidad media de todos los espectáculos. Esto es equiparable a otros límites impuestos, como el del tamaño y peso. No cabe duda de que un toro pequeño puede llegar a tener mucho riesgo o resultar muy interesante en algunos casos, pero si queremos que el espectáculo medio mejore en alguna parte ha de establecerse el límite. Se me antoja que el carácter manso, aunque aceptable en un grado medio, pudiera ser admitido en casos extremos como motivo para mandar al toro al corral con el objetivo de mejorar dicha calidad media de las corridas.

No puedo terminar este comentario sin hacer una mención especial a las imágenes fantásticas con las que siempre aderezas las publicaciones: fotografías deliciosas con sabor a historia, cuadros con multitud de detalles (curiosos y a veces enternecedores como esas naranjas para el refresco) y los tesoros de hemeroteca que, además de ilustrativos, están escritos en un estilo que hoy día resulta lejano y particular. De nuevo, muchísimas gracias por concederle a esta "joven lectora de este blog" un capricho.

¡Un saludo!

Jose Morente dijo...

Lo primero. Y respecto al tuteo está usted disculpada, por esta vez y sólo por esta vez, pues es norma de este blog el uso del usted por razones que no son del caso.

Sobre las cuestion que plantea, sobre que hubiera ocurrido si la Presidenta hubiese optado por no devolver el toro de la Quinta y Curro Díaz hubiese persistido en su actitud creo que se hubiese elevado propuesta de sanción por incumplimiento del correspondiente artículo reglamentario. En la legislación estatal (aplicable pues a ella se remite la andaluza) se considera falta grave la negativa a lidiar y dar muerte a la res sin causa que lo justifique. En el procedimiento sancionador se le daría oportunidad al diestro y a su cuadrilla de justificar las razones de su negativa y, en función de lo alegado, se resolvería. De determinar que existió infracción, la sanción puede llegar hasta la inhabilitación prefesional por 2 años (además de la correspondiente multa).

Por lo que respecta al toro manso, poco puedo añadir a las tesis que usted expone y que ya han sostenido en el pasado algunos de los más rigurosos aficionado como Antonio Fernández de Heredia "Hache" a principios del pasado siglo.

El problema es, además de la excepcionalidad de la situación, que cualquier norma o regulación de ese tipo, necesariamente subjetiva como subjetiva es la bravura, corre el riesgo de ser interpretado arbitrariamente algo que no pasa, por ejemplo, con el peso de las reses que aun siendo un mal criterio zootecnico tiene la ventaja de su objetividad.

Puede que, en su momento, volvamos sobre ello.

Un cordial saludo

Anónimo dijo...

José, no sé si prefiero al público de 1900 o al de ayer en la Plaza México. Estupenda nota, ¡felicidades!.
MAL

Jose Morente dijo...

MAL:

Yo no lo tengo tan claro. El público de antes demostraba una gran pasión por la fiesta (eso es positivo) pero muy mal canalizada (eso es negativo). Era posiblemente el mismo público que hoy se ha convertido en hooligan futbolero.

De hecho a los espectadores que se lanzaban al ruedo en estas trifulcas me cuesta trabajo considerarlos "buenos" aficionados (quizás, ni siquiera aficionados).

Sin embargo, el público de hoy tan distantes y tan poco conocedor del esectáculo al que asiste como mero turista no es, por supuesto ni con mucho, el ideal. Aunque gana al público de ayer en civismo y educación.

Por otra parte, revisando textos antiguos se impone la conclusión de que con estas algaradas no se conseguía absolutamente nada.

En mi opinión, los medios de reforma del espectáculo siempre han ido en clave de éxitos y nunca (o casi nunca) de fracasos.

Al espectador ilustrado de hoy le divierten muchos estos sucesos antañones. A mí, personalmente, me averguanza un poco reconocerlos como parte de nuestra herencia taurina.

Un abrazo.