jueves, 28 de marzo de 2013

Las saetas de Tomás

Por José Morente

1930-00-00 Tomás Pavón

Tomás Pavón en los años 30, cuando grabó las dos saetas que de él conocemos.

A un aficionado a los toros no hay que decirle quien es Tomás, José Tomás, como tampoco a ningún aficionado al flamenco que se precie tiene uno que explicarle quien era Tomás.

Tomás Pavón, el hermano pequeño de Pastora Pavón “La NIña de los Peines” y del menos conocido Arturo Pavón, fue uno de esos “rara avis” del flamenco que tanto aprecian los aficionados. Raro como flamenco y raro como persona. Aunque no sé si se puede considerar raro alguien, tan íntegro y tan puro, que sólo le cantaba a aquellas personas que le caían bien.

Por eso, por su forma de ser, Tomás se prodigaba poco. Muy poco. Para empezar ni cantó en cafés cantantes ni tampoco en las Plazas de toros en la época de la Ópera flamenca

Aunque hay quien discute o matiza esto, lo cierto es que lo de Tomás era cantar en ventas o en colmados y, en cualquier caso, cantar para un número reducido de devotos oyentes.

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Quien no tenía empacho de cantar en ningún sitio fue su hermana Pastora, aunque alguna de sus actuaciones más celebradas o recordadas tuviera lugar ante auditorios más reducidos como aquella vez que Pastora quiso entablar un duelo de titanes con Antonio Mairena en la boda de Juan Peña el Lebrijano (Detalle de la portada del disco recopilatorio de los cantes de ese día titulado “La Boda”)

 

Pero cantar ante grandes auditorios no iba con su carácter. Como tampoco iba con su carácter meterse en un estudio de grabación. Y es que Tomás en esas situaciones  lo pasaba francamente mal. Por eso, tenemos tan pocas grabaciones suyas. Grabaciones en las que son omnipresentes los jaleos y los gritos de ánimo de su hermana Pastora y su cuñado Pepe Pinto que pretendían crear el ambiente propicio para que Tomás cantase como sólo él sabía hacerlo.

Y lo hizo. En esas escasas grabaciones (Sólo 21 cantes y todos en placas de pizarra pues no alcanzó la época del vinilo), Tomás Pavón legó verdaderas joyas que los aficionados al flamenco guardan como reliquias y que escuchan una y otra vez pues el cante de Tomás no cansa nunca. No cansaba, por ejemplo, a Federico García Lorca quien traía loca a su familia a fuerza de poner en la gramola infinitas veces los cantes de Tomás (y también los de Pastora, los del Torre o los del Tenazas).

Lo mismo, que Federico, hacía también el propio Tomás, muchos años antes cuando, allá por el 9, salió al mercado la grabación de Manuel Torre de la seguiriya “A clavito y canela”, que luego el también grabaría y que se obstinaba en escuchar, encerrado en su habitación, en el pequeño gramófono que le prestaba su hermana con la que vivía, obsesiva y repetidamente, una y otra vez.

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Fotografía de una gramola que perteneció a la Niña de los Peines y que se conserva en la Peña Juan Breva de Málaga (Foto publicada en “Historia del flamenco” de Editorial Tartessos)

 

Y es que tanto Tomás como Federico, sabían perfectamente que el flamenco no es para consumo. Que no es (como tantas cosas de hoy) “para usar y tirar” sino para profundizar en él. Por eso, estas añejas grabaciones de Tomás (igual que las de Pastora, Manuel Torre, Caracol, Mairena, Mojama, Chaqueta, Isabelita de Jerez, etcétera, etcétera, etcétera) no son para oírlas una vez, sino para oírlas y volverlas a oír machaconamente (que es lo que hay que hacer con estas saetas de Tomás Pavón) hasta que se nos metan bien dentro de los tuétanos.

.Federico Garcia Lorca

Para Federico García Lorca, Tomás Pavón era al flamenco lo que Chopin a la música clásica

 

Audición 1. 

Tomás Pavón con Banda de Cornetas y tambores

 1930

La grabación es de 1930 (lo son las dos grabaciones que insertamos) cuando ya la saeta por seguiriyas está perfectamente definida, como comentábamos ayer con las Saetas de Pastora de esa época. Sin embargo, la de Tomás es mucho más sobria que la de su hermana pero no por ello de menor valor ni mucho menos. La remata con la Toná del Cristo que dicen (ya lo hemos contado varias veces) que puso Chacón como estrambote de su saeta para evitar que esta toná tan antigua (¿De Tío Luís el de la Juliana?) se perdiera.

 

Detente
¿Por qué no te detienes,
Judas, en la venta?
no prendas el Cordero
que pronto vendrá San Juan
y te dara más dinero
pa´ que aumentes tu caudal

Eres pare de almas
y ministro de Cristo
tronco de nuesta mare Iglesia santa
y arbol del Paraíso

 

 

Audición 2.

Tomás Pavón con Banda de Cornetas y tambores

1930

En el patio de Caifás
entró Pedro y dijo así:
yo no conozco a ese hombre
ni su discípulo fuí

martes, 26 de marzo de 2013

Las saetas de Pastora

Por Jose Morente

Pastora (saeta) Estampa 14-5-1932

Pastora Pavón cantando saetas en un balcón. Fotografía publicada en la revista Estampa en plena República Española (14-V-1932)

La saeta flamenca, la saeta por seguiriyas, tal y como hoy se conoce, es el resultado de aflamencar paulatinamente la primitiva “saeta llana” popular a la que se le fueron incorporando  los esquemas musicales propios del cante flamenco.

Este proceso evolutivo que tuvo lugar durante los veinte primeros años del pasado siglo XX, se puede seguir muy bien a través de la discografía de pizarra de la época.

Hemos querido traer hoy a estas páginas el imperecedero recuerdo del cante por Saetas de Pastora Pavón “La Niña de los Peines” pues a través de las grabaciones de su voz de estaño podemos reconstruir perfectamente el proceso descrito.

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Este cartel publicitario de “España y su cantaora”  (el espectáculo que le montó Pepe Pinto a la Niña de los Peines en 1949) juega con la iconografía de la Semana Santa sevillana.

 

La saeta de Pastora de principios de siglo

La primera generación de saeteros flamencos –por edad- es la formada por Manuel Torre, El Cojo de Málaga y Manuel Centeno.

Según Eusebio Rioja, son precisamente las saetas de Manuel Torre (saetas que trajimos a este blog en su día) las que aunque se inscriben ya en el esquema de la seguiriya se mantienen todavía desnudas de adornos, sobrias y algo arcaizantes. Corresponden a aquellas que Mairena llamó “una sencilla forma jerezana”.

De este primer tipo son también las primeras saetas que grabó Pastora que se caracterizan por su brevedad, ausencia de salida y ayeos, omisión de repeticiones y esquematismo formal. Aún más arcaicas quizás que la saeta del Torre y, por tanto más próximas todavía a la “saeta llana popular”.

Decía Manuel Mairena en declaraciones para el programa Retratos y que han sido transcritas por Cristina Cruces Roldán:

Ya por la mañana nos fuimos a desayunar al célebre bar de las Maravillas en la Alameda de Hércules. Y allí Pastora me cantó ella a mí bajito una saeta que ya hoy no se canta, un estilo que se cantaba cuando Pastora era niña, un estilo de saeta corta, mucho más corta que las que hacemos hoy, sin los ay al final, sin repetirla, y me estuvo hablando de como se cantaba por saetas en aquellos tiempos…” 

Audición 1. Ya lo llevan y ya lo traen (Saeta)

Pastora Pavón

Gramophone (1911)

Ya la llevan ya la traen

por la calle la Amargura

atao de pies y manos

Y atao de pies y manos

amarrao a la columna

 

Por la, por la cuesta de Sión

y lo suben esos ingratos

y con grande indignación

y se lo entregan a Pilatos

por una mala acusación

 

 

La saeta de Pastora de loa años veinte

Poco a poco añadiendo recursos, ayeos y melismas, Pastora llegaría a cantar la saeta flamenca del tipo que quedó definida antes de la Guerra. Esa que se canta todavía hoy

Curiosamente, en estas saetas más evolucionadas, Pastora siguió escogiendo letras muy similares a las que utilizaba en sus primeros años. Letras desgajadas de los pregones litúrgicos y que evocan pasajes y personajes vinculados a las últimas horas de Cristo y no, como ya se empezaba a estilar, esas nuevas letras pensadas para despertar la sensiblería de los oyentes mediante la abundancia de piropos.

 

Audición 2. Pilatos por no dejar (Saeta)

Pastora Pavón

Regal (1927)

Pilatos por no dejar

ay, ay, ayyy

y el destino que tenía

dictó sentencia cruel

y contra el divino el Mesías

y lavó sus manos después

 

Pastora después de las dos últimas saetas que grabó con Regal en 1927 (y de las que hemos escuchado una de ellas) no haría más grabaciones discográficas de este singular palo flamenco pero seguiría siendo contratada para cantar desde los balcones de la Semana Santa sevillana sus “inimitables saetas”.

 

Pastora cantó muchos años desde los balcones en la Semana Santa de Sevilla

sábado, 23 de marzo de 2013

Made in Morante

Por Juan Antonio Polo

 

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Plaza de toros de Valencia. 19 de marzo de este año. Una plaza llena en sus tres cuartas partes. Un detalle importante: Algunos de los espectadores que asisten al paseíllo de Ponce, Morante y Luque, han llegado a Valencia desde el exilio “interior”.

 

Nota de LRI: Juan Antonio Polo es uno de esos grandes aficionados de toda la vida que tiene que soportar el desgraciado exilio interior -propiciado por el Gobierno Catalán- que sufren los aficionados a los toros de esa Comunidad.

Como no hay ya toros en Barcelona, Juan Antonio decidió ir a Valencia (a instancias de su amigo Rafa) el pasado día de San José. Y, como la ley de las compensaciones existe, le tocó el premio gordo de la lotería taurina en forma de una gran faena de Morante de la Puebla. Una faena que se agiganta por días en el recuerdo de los que –como él-. tuvieron la suerte de presenciarla.

Para los que no estuvimos y nos tenemos con conformar con el video (que, como se deduce de su texto, vale mucho menos), Juan Antonio  ha tenido el detalle de brindarnos sus impresiones sobre esa tarde.

 

La culpa la tuvo Rafa

La culpa la tuvo mi amigo Rafa. Rafa Marsans, morantista irredento y residente ─como yo─ en este exilio catalán cuyo Govern trata de impedir que nos contaminemos con la fiesta de los toros, olvidando que nuestra afición ─como la de tantos catalanes─ se cimentó precisamente en Barcelona, cuya plaza, gracias al inolvidable Don Pedro, el viejo Balañá, fue un auténtico punto de referencia en tiempos no tan lejanos y, durante décadas, la que más y mejores carteles organizó en el orbe taurino mundial.

Pedro Balaña con Ostos y V. Valencia (Carlos Perez de Rozas -La Vanguardia)

Don Pedro Balañá, entre Jaime Ostos, Victoriano Valencia y Chamaco antes de un festival en la Monumental en 1960 (Fotografía de Carlos Pérez de Rozas-La Vanguardia)

 

El caso es que ─el mono es muy fuerte─ Rafa se empeñó en abandonar por un día la comodidad de la TV y la butaca casera… y allá que nos fuimos, a Valencia, arrostrando las siete horas de ida y vuelta en tren, a presenciar in situ la última corrida de Fallas. Y lo cierto es que la cosa no pudo empezar peor: la paella, un desastre, y los dos primeros juanpedros para echarse a llorar.

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“Los dos primeros juanpedros fueron para echarse a llorar” (Fotografía de Crescencio para Aplausos)

 

Sin embargo, cuando estábamos al borde de la desesperación, un animoso Daniel Luque y un predecible, aunque no tan animoso, Ponce, elevaron el nivel de la tarde y prepararon el ambiente para la traca final.

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Antes de que la tarde se animara hubo susto protagonizado por Morante cuando intentaba descabellar al primero de su lote (Fotografía de Txema Rodriguez)

 

Y ésta llegó. La lidia de los dos últimos toros fue sin duda lo mejor de la tarde y de la feria. A Luque se lo llevaron en hombros con las dos orejas del bravo jandilla que cerró plaza, tras el estoconazo con que rubricó una vibrante faena, preñada de torería e imaginación, en la que consiguió el difícil objetivo de concitar la atención y el entusiasmo de unos espectadores subyugados por la sinfonía de toreo desplegada por Morante en el quinto.

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“A Luque se lo llevaron a hombros con las dos orejas del bravo jandilla que cerró plaza” (Fotografía de Rullot para Aplausos)

 

Y Morante…

Un Morante en vena, punto y aparte, que recibió al quinto, un noble juanpedro sin demasiadas fuerzas pero con un gran fondo ─¡la de lances y muletazos que aguantó!─, con no menos de diez perfectas verónicas, iniciadas en tablas y cerradas con media en la boca de riego, a las que siguieron unas espléndidas chicuelinas made in Morante, réplica a las soberbias gaoneras con que Luque en su quite ─¡viva la competencia!─ tuvo el atrevimiento de irrumpir en el toro de su compañero.

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“Un Morante en vena, punto y aparte, que recibió al quinto (,,,) con no menos de diez perfectas verónicas, iniciadas en tablas y cerradas con media en la boca de riego” (Fotografía de Rullot para Aplausos)

 

Aunque sea caer en el tópico, hay que convenir en que la faena de Morante, como todas las grandes faenas del diestro de la Puebla, no se puede describir. Ni contar. Son faenas para verlas… o para soñarlas. No fue la ansiada faena de menos a más, como la muy lograda por Luque en el sexto; fue una faena de más a mucho más. Iniciada con unos ayudados por alto impecables. Fue un compendio del mejor toreo fundamental y accesorio, desde el apabullante toreo a dos manos, a los eternos pases en redondo ─no circulares─ y los lentísimos e inacabables pases de pecho, pasando por los airosos molinetes, los gráciles kikirikís y esa repajolera gracia sevillana con que el de la Puebla sabe salirse del toro.

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“La faena fue un compendio del mejor toreo fundamental y accesorio” (Fotografía de Rullot para Aplausos)

 

No sé si tan sensacional faena se ajustó a los rígidos e inamovibles cánones preconizados por los puristas. Fue simplemente una faena personalísima, “made in Morante”, con eso está dicho todo, en la que predominó el buen gusto y el buen toreo y en la que no hubo manoletinas, ni bernadinas, ni esos horribles martinetes que tanto gustan hoy. Creo que el propio Morante debió quedarse muy satisfecho de su labor… o así me lo pareció al ver como, al doblar el colaborador toro, se inclinó y le acarició la cara, en un gesto de agradecimiento que sólo acostumbra a hacer en las grandes ocasiones.

Los puristas a ultranza debieron quedarse satisfechos al ver que un hondo pinchazo en lo alto y un fallo con el verduguillo impidieron que se le concedieran las orejas a Morante, pero no evitaron que el sensibilizado público valenciano le obligara a dar una auténtica y clamorosa vuelta al ruedo. ¡Con el tiempo que llevamos sin ver una vuelta al ruedo sin orejas!

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El público valenciano le obligó a Morante a “dar una auténtica y clamorosa vuelta al ruedo” (Fotografía de Rullot para Aplausos)

 

La faena sirvió, además, para que me reafirmara en la idea de que ─aún sin cámaras superlentas ni reiterativas repeticiones─ una faena, vista en la plaza, vale mucho más que las presenciadas por televisión, que es lo que de momento nos queda a los aficionados de por acá.

El viaje, en suma, valió la pena. ¡Gracias, Rafa!

 

 

martes, 19 de marzo de 2013

¿Qué es torear?

Por Fernando Cámara

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Joselito el Gallo en Madrid concentrando la atención del toro en la muleta. Joselito es el torero que, en toda la historia del toreo, más atención ha prestado al comportamiento y conocimiento de las reses (Fotografía publicada en facebook por José e Ignacio Sánchez-Mejías Herrero)

 

Yo diría que torear es conducir el ataque del toro, fijar el objetivo donde el toro tiene que lanzar la cornada de la forma más uniforme y lineal posible pero sin dejar de generar estímulos en cuanto al interés del toro por seguir defendiéndose. Esto se consigue presentando y retirando la muleta de la cara del toro.

El torero no se impone, sino que tiene que tener la suficiente destreza para generar estímulos, por una parte, con los pasos y presentación de la muleta y por otra, provocar la indiferencia o el desinterés del toro por la anatomía del torero. Esto sólo se puede conseguir si el torero dispone de la habilidad de generar esos estímulos con la colocación, los toques, la presentación de la muleta, los giros de la muñeca y los giros del cuerpo, etc.

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Pase natural de Pepe Luis Vázquez concentrando el ataque del toro en su diminuta muletilla. Pepe Luis además de ser un verdadero artista, ha sido uno de los toreros que más rápido “veían” al toro.

La economía de movimientos del torero, el movimiento de las piernas y la posición de los pies con la suficiente perfección en situación y distancia para quedar colocado de uno muletazo a otro; la sutileza en los trazos de los muletazos y la generación de estímulos permanentes por medio de la muleta, muñeca y cintura canalizan el ataque del toro, lo que permite el lucimiento, objetivo principal del torero.

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Otro caso de precocidad y preclara cabeza es el de Luis Miguel Dominguín, otro torero, de línea gallista, que hacía que todo pareciera fácil lo que (como a Guerrita o a Joselito), al final se volvía en su contra. Luis Miguel ha firmado algunos de los naturales más largos y mandones de la historia del toreo. Todo su toreo estaba en función del toro.

 

En todo caso, hay que tener siempre en cuenta que hay toros persistentes en el ataque para su defensa, es decir, atacantes. pero que  también los hay cuya defensa es defensiva, o sea, se paran y esperan el ataque del antagonista.

Por todo esto, la embestida de un toro hay que entenderla bajo los principios naturales del toro como animal irracional, analizando su comportamiento en su medio. Por ello coincido con los planteamientos que se exponen en la anterior entrada de este blog(1) si bien matizando algunos detalles técnicos.

 

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Paco Camino en un derechazo de inicio de una tanda de frente y con la “pata ‘alante”. Paco ha sido otro caso de precocidad y cabeza torera. Uno de los toreros que mejor ha intuido la forma de “pensar” de las reses. Por eso se le conocía como el “niño sabio de Camas

Notas:

(1) El autor se refiere al artículo de Alexandre Coursier en “Análisis grado cero  publicado en este blog el pasado domingo, 17 de marzo.

domingo, 17 de marzo de 2013

Análisis “grado cero”

Por Alexandre Coursier

El suplicio de Tántalo

Análisis “grado cero” (1)

El arte del toreo es objeto de múltiples comentarios y propuestas teóricas, unas más sabias que otras. Por mi parte, voy a tratar de regresar al “grado cero” del análisis.

¡Es evidentemente necesario, comenzar por el toro y no olvidar que antes de ser bravo, encastado, enrazado, noble, etc. es una bestia, un animal y sólo eso! El debate sobre los toros está hoy intoxicado totalmente por el antropomorfismo. El toro no es un hombre. Por eso intentar imaginar lo que siente, a partir de nuestra experiencia como hombres, no tiene ningún sentido. No, al toro no le impresionan los alardes de valor del torero. El toro no da importancia a que el torero se cruce o le adelante la pierna, aunque esto, a nosotros, nos parezca el súmmum del riesgo.

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Pelea de toros en el campo

Regresemos al campo

Regresemos al campo porque es allí donde se puede observar el comportamiento del toro para relacionarlo con lo que después pasará en el ruedo.

Las luchas entre toros son frecuentes y casi todas transcurren del mismo modo: dos toros se enfrentan testuz contra testuz. El menos fuerte recula, retrocede, abandona y huye. El otro lo persigue algunos metros pero detiene su carrera cuando el vencido se aleje (animal dominante/animal dominado).

Hay que empezar por aquí, porque eso mismo es lo que luego pasará en el ruedo. El toro embiste contra los obstáculos, elementos molestos e irritantes que, sistemáticamente, se escapan y huyen: hombre, capa, muleta. El único que no se va inmediatamente es el caballo, pero acaba por alejarse; y podemos llegar a pensar que el toro se puede sentir vencedor finalmente en su lucha contra el caballo cuando este último abandona el escenario.

El toro, ciertamente, debería sentirse dueño de la situación durante la mayor parte de su pelea en el ruedo: Tan pronto como decide embestir, todos huyen

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 Jose Maria Manzanares, Feria San Miguel 2012, torea ante la atenta mirada de los aficionados llegados a Sevilla desde distintas partes del mundo.

¿Qué es, entonces, lo que permite “torear” al toro? Si "torear” al toro es dominarlo, imponer momentáneamente la supremacía del hombre, podemos enumerar tres factores:

Reducir su poderío:

  • Mediante las heridas de la puya y las banderillas
  • Mediante las múltiples carreras a través del ruedo
  • Mediante las tensiones que generan los pases: pases largos o bruscos, remates violentos laterales o por alto, muletazos o capotazos por bajo, trayectorias muy curvadas, encadenamiento rápido de pases y de series… Todo lo cual acaba por agotarlo (el cambio de trayectoria impuesto por una pierna que se adelanta es totalmente insignificante en este arsenal).

Perturbar su seguridad, hacerle perder el control:

  • Mediante la elección de los terrenos,
  • Mediante la alternancia de series con la mano derecha y con la mano izquierda.

Reducir su potencia psicológica, su actitud agresiva: Es la parte más sutil. Se trata de conseguir que el toro sienta que sus ataques son inútiles:

  • Por la repetición de los pases y de las series que deben dar la sensación al toro de que nunca conseguirá ser el ganador del combate contra ese adversario que siempre huye pero que vuelve sin cesar.
  • Por la precisión de los pases, pero, sobre todo, ¡Por el temple!. El temple es el suplicio de Tántalo: una muleta siempre al alcance de pitón y, sin embargo, inaccesible y que nunca conseguirá alcanzar.

El problema es que el toro tiene que ser toreado, dominado, amaestrado, pero no demasiado y, sobre todo, no demasiado pronto porque "el que quiera torear bien tiene que motivar a su toro" (2)

El arte del “buen toreo” consiste en utilizar, de modo consciente y de forma adecuadamente dosificada, los procedimientos de dominio y motivación del toro. Porque no hay que olvidar que si el torero debe, por su arte, aparecer como un maestro y ganarse el derecho moral de llevar estoque, tiene -sobre todo- la obligación de hacernos evidentes las cualidades del toro, ya que para eso vamos a la plaza.

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Fotografía: Michael Crouser

Traducción: Jose Morente

Notas:

(1) Esta entrada se publicó inicialmente el pasado 15 de marzo, en lengua francesa, en el blog “Al gurugú” de Alexandre Coursier, dedicado a los toros y el flamenco.

Es la segunda vez que tenemos la suerte y el honor de poder incluir, en La Razón incorpórea, un post de este magnífico blog francés con un texto que (como es habitual en esa bitácora) es capaz de sugerir tantas ideas con tan pocas palabras.

(2) En el original francés se hace un juego de palabras “qui veut toréer bien ménage son bovin”, que hemos traducido libremente y que es una parodia de un proverbio francés que dice:"Qui veut voyager loin ménage sa monture" (“El que quiera viajar lejos, tiene que cuidar su montura”) y cuyo equivalente castellano podría ser: “Un buen caballero jamás descuida su espada”. Si bien deberíamos haber utilizado el término “cuidar” (en el sentido que se deduce del propio contexto del artículo) hemos optado por sustituirlo por el término “motivarpara evitar las connotaciones negativas que el primero de estos términos (“cuidar”) tiene en el actual lenguaje taurino.

jueves, 14 de marzo de 2013

Suertes en desuso (V) La Navarra

Por Jose Morente

En el álbum, podemos ver una sucesión de imágenes que corresponden a un lance ejecutado por Joselito el Gallo, con el toro Nevadito, en la plaza vieja de Madrid, el día de los 7 toros de Martínez. Se trata de una navarra, La navarra auténtica. Una suerte muy diferente a la que hoy se conoce con este nombre (suerte esta, la actual, que en realidad procede del repertorio de Chicuelo).

Uno de los lances de capa antiguos, que todavía hoy suponemos que se practican con cierta asiduidad, es el que llamamos “navarra”.

Por ello, si decimos en este blog, que la “navarra” es una de las suertes del toreo en desuso, como hemos puesto en el título, nuestros lectores podrían pensar que estamos desvariando.

Pero no, no estamos “trascordados”. La “navarra”, una de las suertes primigenias del toreo de capa, descrita ya en las más antigua de las Tauromaquias (La de Joseph delgado, vulgo Yllo) se ha perdido (si nadie lo remedia y estoy invocando directamente a Morante de la Puebla) en el olvido de los tiempos, confundida entre otros recortes ancestrales.

Vayamos por partes. Por eso, vamos a ver primero imágenes del lance que conocemos actualmente con el nombre de “navarra”. En este caso, se trata de uno de los quites que José Miguel Arroyo “Joselito” realizó el día del 2 de mayo de 1996 en la Plaza de las Ventas cuando, toreando en solitario, tuvo una de sus mejores tardes en esa plaza y, posiblemente también, de toda su carrera profesional.

Estamos en el segundo toro de la tarde, Garbosillo de Cortijoliva. Joselito lucha con el viento y las complicaciones de la res pero resuelve de forma airosa el quite.

 

Como bien dice, en los comentarios, Victorino hijo que acompañaba ese día a Moncholi y a Joaquín Bernardó, en México a ese lance se le conoce con el nombre de “chicuelina antigua”, ya veremos porqué. 

 

La navarra antigua en las Tauromaquias clásicas

El lance al que hoy llamamos navarra y que hemos visto realizar a José MIguel Arroyo “Joselito”. y que practicaba también con bastante asiduidad (siempre en quites) Luis Francisco Esplá, no tiene nada que ver (y aquí la sorpresa) con la antigua navarra, aquella que describían las viejas tauromaquias. Vamos a demostrarlo.

Pepe Hillo, en la primera edición de su tauromaquia (1796), dice que la navarra es suerte que se debe hacer, estando el diestro en rectitud del terreno del toro y una vez que éste embiste …

La Navarra Pepe Hillo (1796)

 

Pepe-Hillo no nos dice hacia que lado debe darse la vuelta el torero y tampoco la lámina que acompañaba la segunda edición sirve para aclararlo pues refleja el momento en el que el toro entra en jurisdicción pero no recoge el remate.

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Una de las láminas que acompañaba a la 2ª edición de la Tauromaquia de Pepe-Hillo, la de 1804.

 

¿Hacia que lado debe darse la vuelta el torero?

En realidad, tal y como está escrita la Tauromaquia de Hillo y si leemos atentamente, la cuestión no debería plantear dudas, aunque las ha suscitado entre algunos autores recientes. Y no debe plantear dudas porque si la capa hay que sacarla (“arrancarla”) por bajo lo lógico es que el giro se de en sentido contrario al viaje del toro. Ya que, si fuera al revés y se acompañara al toro en su recorrido (como se hace en la actual navarra), la capa no habría que quitarla bruscamente por debajo del hocico del animal sino limitarse a “tender la suerte”.

Vemos al Miguel Ángel MartínezZapopan” (El creador de la “zapopina”) ejecutando la actual navarra acompañando suavemente el viaje del toro que en este caso es su compañero de entrenamiento (Del DVD que se incluye en el libro “Alas de mariposa”. 1ª ed., Editorial México Mío, México, 2011)

 

En la actual navarra, al contrario que la suerte que describía Hillo, el giro se da en el mismo sentido del viaje del toro como vemos hacer aquí al “Zapopan” en un entrenamiento, más o menos rápido pero sin brusquedades.

Ítem más, las siguientes tauromaquias precisaron el tema de forma que cualquier confusión sobre este aspecto resultaba ya imposible.

Paquiro dice, concretamente, que el torero:

“Le arrancará con prontitud la capa por bajo del hocico, dando al mismo tiempo una media vuelta con ella por dentro, viniendo a quedar otra vez frente al toro”

Y Guerrita de forma tajante y concluyente explica que, estando bien humillada la res y pasada la cabeza:

“el matador retira el capote por bajo y da una vuelta en redondo girando hacia el lado contrario al que haya marcado la salida, volviendo a quedar frente al toro”

En lo que no se ponen de acuerdo estos toreros, es en las condiciones que deben reunir las reses para propiciar la suerte, algo muy importante pues las Tauromaquias clásicas no dan normas fijas sino reglas que varían en función de las condiciones de los toros.

Pero, como ocurre siempre, cada uno cuenta la feria según le va en ella. Por eso cada torero tiene su visión personal y diferente. Así mientras que para Pepe-Hillo, la suerte a la navarra sólo debe intentarse con las reses boyantes y siempre que conserven las piernas, Paquiro discrepa y sostiene que la suerte puede hacerse con reses de casi toda condición, aunque con algún matiz en los burriciegos y tuertos y con muchas precauciones en los que ganan terreno y los de sentido.

Guerrita, más prudente que Montes y, por tanto, más cercano a las tesis del sevillano que a las del chiclanero, sólo la aconseja con los bravos (boyantes) y los revoltosos.

 

La navarra antigua en nuestra particular Tauroteca.

Descrita la navarra antigua en las viejas tauromaquias, está claro que esa suerte (que muchos atribuyen a Martincho) no se asemeja nada a la que hoy se practica con el mismo nombre ya que la vuelta (más brusca) se da en aquella en sentido contrario al viaje del toro mientras que en la actual navarra, se gira más suavemente en el mismo sentido.

Por suerte, disponemos de  una película donde está grabada la navarra antigua. Corresponden a los lances de recibo de Joselito el Gallo a su quinto toro, Nevadito, la tarde de los 7 toros de Martínez. Es una película que ya hemos insertamos en anterior entrada de este blog y de las que decíamos:

“Aunque nos pueda sorprender hoy, Paco media Luna en el Toreo llamaba navarra al lance que Joselito da después del farol. Un lance que no tiene nada que ver con la suerte que hoy conocemos con este nombre sino con la descrita en las Tauromaquias clásicas. Se trata pues de la verdadera navarra. Quede hecha la precisión sobre un lance al que dedicaremos una próxima entrada.”

 

1914-07-04 Paco media Luna El Toreo

Descripción, por  Paco Media-Luna, de los lances de Joselito al quinto toro, Nevadito de Martínez en el Toreo del día 4 de julio de 1914.

Vemos otra vez esas imágenes pero, ahora, ralentizadas lo que nos permitirá apreciar y comprender cabalmente la técnica y el mecanismo de ese lance que Joselito utiliza como remate de esa serie después de un farol.

 

¿Navarra o molinete?

La imprecisión terminológica que provoca el hecho de que una suerte deje de practicarse durante algún tiempo es un problema muy frecuente no solo en tauromaquia sino también en otras disciplinas. Si a ello se une la falta o dificultad de transmisión de la información que era frecuente en épocas pasadas (nada que ver con el exceso de información que es el problema que tenemos hoy día) se comprenderá fácilmente las razones de los “bailes” en la denominación de muchas de estas antiguas suertes.

Igual que pasó en su día con la suerte de frente por detrás como veíamos en anterior entrada de este blog, al pasar la navarra a convertirse en una suerte en desuso, se aplicó su nombre a otra suerte posterior que es la que hoy se practica pero que no tiene nada que ver con aquella (y a la que me parece oportuno denominar -para evitar confusiones- “navarra antigua”).

Consecuencia de lo anterior, es que cuando la genuina suerte de la navarra se ha ejecutado ante los ojos de aficionados de generaciones posteriores, estos, al desconocer el nombre verdadero, la han rebautizado con otras denominaciones. Precisamente, eso es lo que ocurre en la grabación de Achúcarro, donde el locutor utiliza la denominación de  “molinete” para la “navarra antigua”.

La cosa tiene su lógica pues el giro del torero emparenta ambas suertes dentro de la familia de las denominadas “suertes de molinillo”.

A este respecto resulta muy instructivo comparar los nombres que utiliza Robert Ryan, en su libro “El toreo de capa” (recientemente reeditada), para todas esas suertes tan parecidas: La actual “navarra”, la “media verónica al molinete” y el “recorte al molinillo”

En todos los casos el intérprete es el genial Chicuelo.

 Ryan-Navarra Chicuelo 001

Chicuelo ejecuta aquí la suerte que, en la actualidad, se conoce como navarra y que nada tiene que ver con ella. En México, con más acierto, llaman a esta suerte “chicuelina antigua” pues la conocieron, de la mano del genial torero de la Alameda, antes que a la “chicuelina” verdadera.

 

Ryan Recorte al molinillo Chicuelo 001

 Ryan (y otros autores) han denominado “recorte al molinillo” a esta suerte que es muy similar a la “navarra antigua”, esa que veíamos ejecutar con gracia sevillana a Joselito el Gallo en la película de Achúcarro con la misma gracia que aquí derrocha su aventajado discípulo, el inimitable Chicuelo.

 Ryan Media veronica al molinete Chicuelo Toledo 001

Y finalmente, Chicuelo ejecutando la que Ryan denomina “media verónica al molinete”. Una suerte que es también muy similar a las anteriores.

 

Las diferencias entre las dos suertes que comenta Ryan (la “media verónica al molinete” y “el recorte al molinillo”) y la navarra antigua son excesivamente sutiles. A la vista de la película de Joselito, pienso que en la navarra las manos deben ir cada una a un lado del cuerpo mientras que, en las otras dos suertes, van al mismo lado, pero esto no pasa de ser una hipótesis que habría que verificar con más detalle.

Vemos ahora a Armillita (una de los verdaderamente grandes toreros de la historia) ejecutando una verónica y un recorte al molinillo de recibo y, después del quite al picador, en una serie de modernas navarras rematada con una serpentina.

 

 

De Navarra a Sevilla. El origen de la “Chicuelina”

Viendo estas imágenes y estas fotografías antiguas, creo que queda claro (o al menos a mí me lo queda) que el origen de la “Chicuelina” de Chicuelo no está en ninguna suerte del toreo cómico, sino en el genuino lance a la navarra que describía Pepe-Hillo en su tauromaquia. Ese lance que se dice que inventó Martincho, del que Cúchares pasa por gran intérprete y que hemos visto ejecutar, con precisión y garbo, a Joselito el Gallo.

Chicuelo convirtió a la navarra, que era un lance brusco donde el torero arrancaba la capa por bajo del hocico del toro, en un lance nuevo y distinto, mucho más airoso y elegante, por el simple procedimiento de levantar los brazos y parar los pies en el giro al estilo de ese otro lance de capa, también de su cosecha, que es la actual navarra.

 

Ryan Chicuelina Chicuelo 001

La “Chicuelina” de Chicuelo deriva de la navarra antigua (pues el giro se hace también en sentido contrario al movimiento del toro) pero adobada con el sentimiento del genial torero sevillano. El mismo sentimiento que Chicuelo imprimía a ese otro lance de su repertorio que, en México, llamaron “chicuelina antigua” en su honor y que aquí conocemos, hoy día, como “navarra