domingo, 29 de mayo de 2016

El codilleo (II) En nuestros días

Por Jose Morente
La verónica de Juan Belmonte (años 13-20) Los brazos van desemparejados (a diferencia de la verónica antigua donde ambos brazos se movían a la par). La mano de salida, por encima del hombro, despide al toro. La de dentro, con el codo doblado (codilleando) lo sujeta.
Verónica de Gitanillo de Triana (Principios de los años 30). Al igual que en la verónica de Belmonte, Curro Puya lleva los brazos desemparejados y el de dentro con el codo pegado al cuerpo (codilleando) para conseguir que el toro pase lo más cerca posible del cuerpo del torero.
La mano de salida va sin embargo más baja que la de Juan, lo que le fue criticado por romper la ortodoxia belmontista. Sin embargo, esa verónica de mano más baja estaba prefigurando el moderno toreo de capa

Cuando lo negativo se vuelve positivo

Comentábamos en la anterior entrada que codillear, torear "con los codos pegados al cuerpo", era, a principios del siglo XX, un defecto pues se consideraba que ese movimiento, que traía causa en la torpeza (desconocimiento) o en el miedo (instinto defensivo), impide el adecuado control o gobierno de la embestida del toro.

Hoy, por el contrario, se codillea, de forma intencionada "a la mayor gloria del toreo". Exagerando, podríamos decir (Paco Carmona, dixit) que "sin codillear ya no se puede torear

¿Que ha ocurrido? ¿Porque y cuando se ha producido ese cambio tan radical? ¿En que momento lo que antes era defecto a evitar se convierte en un valor positivo a buscar?

Hemos buceado en nuestra biblioteca taurina así como en las impagables bibliotecas y hemerotecas virtuales, intentando seguir la pista de ese concepto y de su evolución. Y, en esa búsqueda, hemos encontrado un número razonable de referencias aisladas (algunas muy interesantes) pero ningún estudio serio y sistemático sobre el codilleo.

Desde que surgió nuestro interés por este tema, gracias a una conversación con Fernando Farfán, sólo han transcurrido veinticuatro horas. Poco tiempo para elaborar una tesis doctoral. Lo que sigue es pues una investigación tan apasionada como apresurada. Una primera lectura (bastante sugerente por cierto) que esperamos poder ir ampliando y reescribiendo a medida que aparezca nueva información que arrojen más luz sobre un tema que aquí sólo vamos a poder esbozar.

Pero no nos demoremos. Entremos en materia


Soplan vientos de cambio en el toreo


A principios del siglo XX, época de José y Juan, el toreo sufriría un cambio radical. El torero empieza a pararse ya intentar torear lo más cerca y más despacio posible del toro.

Será en la Edad de Plata, cuando estos cambios se consoliden. Son los años del parón (esa "paradhina" que hacían los toreros a mitad del lance, componiendo la figura y permitiendo espectaculares fotografías antes impensables) y son los años del toreo de muleta ligado y en redondo (cuando los públicos iban coreando los naturales que los toreros daban: ¡uno, dos, tres, cuatro,...!).

Una época emocionante, por las propuestas de los toreros y, al mismo tiempo, dramatica por mor de un toro todavía no adaptado a esas innovaciones

Hemos encontrado un texto clave de un testigo de excepción para explicar todos esos cambios. El testigo se llama Gregorio Corrochano y el texto, un artículo que se publicó en Blanco y Negro en junio del año 32 y que se titulaba "La ganadería de Miura en el laboratorio".

El artículo de Corrochano publicado el 26-06-1932 y que se puede leer e la Hemeroteca Digital del ABC
Es un texto muy interesante porque no sólo certifica el cambio de orientación del toreo sino que lo pone en relación con el necesario cambio en los criterios de selección del ganado de lidia. El toreo estaba cambiando y el tipo de toro también tenía que cambiar.

Según Corrochano, en esos años ya no se valoraba -como antaño- "un toro que tirase cornadas y un torero que las esquivase con agilidad y recursos". Eso ya había pasado a la historia. Los ganaderos ya no seleccionaban las vacas que "se deshacían los cuernos contra el estribo del tentador".  Ni siquiera Miura lo hacía ya así.

Al toro antiguo con nervio, seleccionado para tirar cornadas, que se revuelve pronto, no se le puede codillear, exige un toreo de expulsión, hay que intentar despegarlo del cuerpo. El defecto mayor en el toreo antiguo, era lógicamente el de codillear.

Por el contrario, el toreo artístico y reunido que empezaba a imponerse, se basaba en hacer pasar al toro, ahora más pastueño y boyante, menos fiero (más doméstico dice Corrochano) lo más cerca posible del cuerpo del torero. Codillear se convierte en meritorio.

Son, según él, dos sistemas radicalmente diferentes: en uno, el sistema antiguo, el torero debe acoplarse al toro; en otro, el sistema moderno, es el toro el que debe acoplarse al torero. Corrochano, como buen crítico conservador, prefiere el sistema antiguo pero el cambio, le guste o no, se ha producido ya. Hemos pasado (como diría Pepe Alameda) del toro determinante al toro determinado. Y el codilleo se ha convertido en virtud.

Verónica de Manolo Bienvenida a un toro de Miura en la corrida que provocó el artículo de Corrochano que comentamos. Aunque la calidad de la reproducción no es nada buena, se aprecia como la verónica de Bienvenida es técnicamente la misma que la verónica de Curro Puya, siquiera la estética sea harto diferente (ABC)
Aunque menos evidente que en el capote, el codilleo llegó también, en los años 30, al toreo de muleta. En la imagen, impresionante natural de Curro Puya. Toda la esencia de la gitanería trianera condensada en un sólo muletazo

El codilleo en nuestros días

Por todo eso, aunque los aficionados conservadores e incluso algunos toreros de nuestros días, siguen considerando el codilleo como defecto, hoy se ha convertido en una técnica que se cultiva y propicia.

Creo que sólo dos testimonios son suficientes para demostrarlo.

Decía hace poco Benjamín Bentura Remacha que hoy "hay toreros que hasta se regodean con el codilleo y proporciona a su intérprete una especial cualidad emocionante y artística que se transmite al público".

Finito de Córdoba toreando en un tentadero con el codo del brazo de salida, intencionadamente pegado al cuerpo. Finito se regodea en un codilleo buscado "a mayor gloria del toreo" (Fotografía del blog de Enrique Romero, Toros para todos)
Y, hace unos tres años, Paco Ojeda declaraba en una entrevista al Diario de Sevilla, lo siguiente:
"Supongo que he aportado, entre otras cosas, un toreo muy cerquita, con quietud, con el parón. En la época en la que lo hice la década de los ochenta había muy pocos. Fue como una innovación. Arriesgué. En ese momento fui criticado y también admirado. Lo bueno es no parecerte a nadie. 
Yo fui fiel a mí mismo. Sentir ese calor del toro pasando cerca, codillear, fueron cosas que algunos quizás no lo entendieron en ese momento. Mis aportaciones más grandes han sido innovar y ser fiel a mí mismo. En aquel momento me pudieron crear dudas y que yo hubiera cogido el camino fácil, pero nunca dudé en seguir mi camino".


El toreo de cercanías y parón, como el de Paco Ojeda, obliga a codillear incluso en los cites, para colocar la muleta donde la pueda ver el toro.
(Continuará)

1 comentario:

Paco Carmona dijo...

Pecho, cintura y compás. Y los codos, para recoger y soltar. Los codos, flexibles, controlados y dispuestos, han servido para prolongar el toreo, para poner el toro aquí y llevarlo más allá.
Gracias Jose, por guiarnos nuevamente y enseñarnos a aquellos que parando el toreo, lo movieron mucho más.