miércoles, 12 de abril de 2017

Las claves de la bravura (III) La fijeza

Por Jose Morente

Los combatientes sostienen sus miradas. El duelo está a punto de comenzar

Ni Pepe-Hillo, ni Cossio recogen el término "fijeza", aunque este último si que define el vocablo "fijar" ("retener la atención del toro en el engaño") y, sin embargo, la fijeza es cualidad que va indisolublemente unida a la bravura. Hasta tal punto que José Luis Lozano define la bravura como "algo que lleva el toro en los ojos". Tal afirmación es acertadísima pues tras la fijeza de esa mirada está implícita la bravura.

Propongo definir la "fijeza" como 
"cualidad del toro que le permite mantener su mirada centrada en el objeto que le provoca"
Decía Amós Salvador, que "el toro bravo acomete al objeto o bulto más cercano y al que se mueve con preferencia al que se está quieto". Eso, que el llamaba proposición fundamental y que consideraba carácter asociado a toda la especie es, en realidad, la antesala de la fijeza

Resulta, por tanto que la fijeza está muy vinculada a la mirada del toro. Sin embargo, no vamos a hablar aquí de como sea esa mirada (la binocular y la monocular), ni de sus zonas muertes (las tiene, pero no funcionan como simplistamente piensan algunos) ni de retina, bastoncitos o demás aspectos fisiológicos tratados ya por extenso en otros sitios especializados sino de lo que aquí nos interesa: la relación de la mirada con la bravura y, por consiguiente, con el toreo.


En la mirada del toro está su bravura, igual que en la mirada de los aficionados está todo el toreo (Fotografía de Paloma Aguilar-2008)

La fijeza, cualidad mudable

Resulta evidente que la fijeza es cualidad mudable. El toro de salida suele tener poco asiento (lo que los antiguos llamaban estado levantado) para ir parándose a lo largo de la lidia.
Según Paquiro, "Se dice que esta el toro levantado cuando acaba de salir, tiene la cabeza muy alta, hace por todos los objetos, sin fijarse por lo regular en ninguno, y anda corriendo la plaza con gran celeridad".
Ese poco asiento, ese atender a todo y a nada, simultáneamente, es lo contrario de la fijeza. Aunque algunos ejemplares (los mejores) pueden manifestar ya una gran fijeza desde la salida y mantenerla a lo largo de toda la lidia; el toro sale -en general- con poca fijeza (desparramando la vista y atendiendo a cualquier objeto, como hemos visto). Luego va gradualmente aumentando su fijeza a medida que transcurre la lidia, para finalmente -en proceso inverso- acabar por desentenderse de los engaños, saliendo distraído de las suertes o incluso afligiéndose (se acobarda), pudiendo llegar a rajarse con más o menos descaro buscando las tablas y renunciando a la pelea.

En todo caso y por lo que respecta al toreo, hay dos momentos en los que la fijeza (o su ausencia) incide de modo importante en el toreo: antes del cite y en el remate de cada lance.


La fijeza en el cite

Para el torero, el toro que no fija su mirada en el engaño sino en el cuerpo del torero (el toro "mirón") puede resultar muy molesto.

Y es que, el toro que fija su mirada alternativamente en el bulto y en el engaño, transmite mucha inseguridad pues no se sabe con certeza hacia donde embestirá. Una regla práctica consiste en no citar cuando el toro está mirando al torero pues centrada su atención en el diestro, hacia aquel dirigiría su arrancada en caso de percibir un movimiento que le provoque. Es decir, el torero debe tener paciencia.y esperar que el toro se fije en el engaño para tocar y citar con firmeza en ese momento. 

El problema es que desde el tendido esas miradas no se aprecian y el público puede impacientarse al no entender lo que está ocurriendo, forzando al torero a cometer un error citando cuando no es el momento adecuado.

Para el espectador es muy difícil adivinar, en un momento dado, si el toro está mirando al engaño o al bulto. Y, sin embargo, esta cuestión es capital para el torero pues si el diestro llama al toro cuando este le está mirando, se arrancará seguramente hacia él, con riesgo de cogida (Cite de Paco Perlaza a un toro de Mondoñedo en la Santamaría de Bogotá)
Más problemático es el toro cuya mirada no es clara y no se sabe a ciencia cierta (ni siquiera en el ruedo) si mira el engaño o el cuerpo del torero. Ahí solo cabe citar con firmeza y esperar que el toro obedezca al toque y no embista al cuerpo. En ese caso, la única opción es jugársela.


La fijeza en el remate

Más difícil de apreciar aún pero tan necesario o más para hacer posible el mejor toreo posible es la fijeza del toro después del remate de cada lance.

El toro que mantiene fija la mirada en el engaño después de salir de la suerte, posibilita la recolocación adecuada del torero para el siguiente lance (capotazo o muletazo) y la serie puede desarrollarse con la necesaria fluidez.

Por el contrario, si el toro carece de fijeza puede desentenderse de los engaños con la consiguiente falta de lucimiento o arrollar al torero por atender a otro objeto más lejano, con riesgo de cogida.


El toro -un gran toro- se vuelve al final del muletazo fijo en la muleta, lo que le permite al diestro esperar en el sitio adecuado (Tocayito de Mondoñedo en la muleta de José Garrido en la Santamaría de Bogotá este mismo año)
Remate de un muletazo. Tocayito se está volviendo sobre las manos con la mirada fija en la muleta de José Garrido en una de las últimas tandas. Tocayito mantuvo su fijeza a lo largo de toda  su lidia. Sus cualidades le hicieron merecedor del indulto

Addenda final
. Los antiguos llamaban "fijeza de pies" al aplomo del torero en las suertes (lo que hoy se llama aguante). Posteriormente, se empezó a hablar de la falta de fijeza del toro para referirse a los mansos huidos. Ignoro cuando el término empezó a utilizarse de forma usual para designar la capacidad del toro de fijar su mirada en el objeto que lo provoca aunque ya hemos visto que Paquiro usaba el término en ese sentido pero, probablemente, sin el calado y alcance que hoy tiene.

La fijeza es clave. Una de las claves. Todas las complicaciones que pueda tener la lidia de un toro se minimizan si demuestra una gran fijeza en los engaños y... obediencia a los toques


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