viernes, 21 de diciembre de 2018

No era Van Gogh sino su hermano Theo.

Por Jose Morente


No es Van Goh sino Theo.

Hasta hace tres semanas, todo el mundo pensaba que el joven de la fotografía con la que hemos iniciado esta entrada correspondía al pintor holandés Vincent Van Gogh. Tras un reciente estudio, el Museo Van Gogh de Ámsterdam acaba de revelar que el protagonista de la foto es, en realidad, su hermano menor Theo Van Gogh, marchante de arte y su protector.

Cuando apareció la foto atribuida a Van Gogh todo el mundo se alborozó pues sólo se conocía otra imagen del genial pintor esta que insertamos a continuación.

Vicent Van Gogh.
Pero la confusión ya se ha aclarado y el error deshecho: No era Vincent Van Gogh sino su hermano Theo.

Confundir a un artista con su hermano, no es tan raro. Veamos otro curioso ejemplo.

Aquí tenemos una captura de pantalla de un vídeo que circula mucho por la red, concretamente en youtube. Aparece con diferentes títulos. el más llamativo es este: "Bombita-La película más antiguas de las corridas



El vídeo está sacado de la colección Achúcarro. Sí, exacto. Es aquella colección editada en VHS y que se llamaba "Toreros para la historia" y, gracias a la cual, pudimos ver torear a los toreros antiguos.



Mientras el torero, de ese vídeo que comentamos, torea en esa corrida ("la más antigua" según el título), una voz en off nos explica:
"¡Atención aficionados viejos y jóvenes! Ricardo Torres Reina 'Bombita' sonríe para todos. Están ustedes contemplando una de las películas más antiguas que se conocen sobre tema taurino. Este documento fue filmado en el coso de la calle de Játiva de Valencia, donde Ricardo Torres gozaba de una gran popularidad ganada por su destreza en el arte de lidiar reses bravas, aunque como podremos comprobar estas en ocasiones no lo fueran tanto".
Todo eso dicho mientras vemos primero, al diestro sonriente en la puerta de cuadrillas y, luego, toreando en la plaza. Una faena completa a un toro tan grande como los de ahora, pero mucho más manso y parado que los de ahora. Y eso que, antes, los toros recibían muy poco, por no decir ningún, castigo en varas. Vamo que "ni para un análisis", que diría un castizo moderno.

El problema, igual que pasaba con la fotografía del hermano de Van Gogh, es que el torero que torea en la vieja película y al que todos tenían y tienen como el torero de la eterna sonrisa, Ricardo Torres "Bombita" no es él sino que se trata, en realidad, de su hermano: Manolo Torres Reina "Bombita III", comúnmente conocido como "Manolo pescuezo" por la longitud de su cuello.

Lo vemos toreando.


Y lo vemos en el callejón, antes de empezar la corrida

El de la imagen (sacada del vídeo de Achúcarro) es Manolo Pescuezo y no su hermano Ricardo.
Desde los años 90, desde que salió a la calle, todo el mundo ha dado por buena la atribución efectuada en los vídeos de Achúcarro asignando a Ricardo Bombita la faena de Valencia. Resulta sorprendente, sobre todo porque la imagen de ambos toreros es muy diferente. Aquí vemos una foto de Ricardo.

Y primer plano de Ricardo "Bombita" también en el callejón pero de la plaza de Madrid.

Viendo este primer plano de Ricardo Torres, resulta evidente que su fisonomía no muestra ningún parecido con la de su hermano Manolo. El torero de la película de Achúcarro no es Ricardo Torres "Bombita" sino su hermano "Manolo pescuezo". Igual que el joven de la antigua fotografía no era Vincent Van Gogh sino su hermano Theo.

Quizás la ilusión por descubrir imágenes inéditas de ese admirado pintor o de esa figura del toreo antiguo pueda explicar lo sucedido pero, por lo que respecta a Bombita, me resulta sorprendente que nadie (y subrayo lo de nadie) haya reparado hasta la fecha en este error.

Esa poco acierto al analizar lo que vemos creo que se debe a nuestra exagerada confianza en la palabra escrita. Un culto injustificado, pero que explicaría el porqué los aficionados a los toros somos tan proclives a los tópicos y a los dogmas. Muchas veces miramos sin ver o, mejor dicho, vemos lo que queremos ver porque nos fiamos más de lo que otros nos cuentan que de nuestra propia percepción. Y el toreo -no conviene olvidarlo- es un arte visual, no un arte literario aunque tanta literatura barata envuelve al mundo del toro.

Nos ocurre algo parecido a lo que le pasó a don Quijote de la Mancha, que acabó con el seso sorbido por las lecturas de los libros de caballería. Por creerse lo que decían los libros. Por eso, incapaz de ver la realidad, confundía gigantes con molinos.

Don Quijote creía ver gigantes donde sólo había molinos


Lo mismo que nos ocurre a nosotros. Que confundimos a un torero con otro, creyendo ver torear a Ricardo Torres Bombita cuando quien torea es su hermano Manolo Pescuezo.


domingo, 25 de noviembre de 2018

La Resistencia Catalana y Bombita

Por Jose Morente


La Monumental de Barcelona, aquella que inauguró Joselito el Gallo en 1916, permanece hoy lamentablemente cerrada por la intolerancia de los intolerantes.
Si Joselito levantará la cabeza no daría crédito a sus ojos pues la Barcelona que el conoció -europea, culta, librepensadora- ha pasado hoy a la historia.

Nada menos que tres plazas de toros abiertas al mismo tiempo tenía la ciudad de Cerdá hace 100 años. Tenía, además, una cualificada afición al flamenco. Puede que, para algunos, sean cuestiones menores (aunque lo dudo porque estamos hablando de nuestras libertades individuales, de nuestro derecho a la cultura) pero lo cierto es que hace cien años, en una época políticamente tan convulsa como la de hoy, los otros temas (los toros, el flamenco) quedaban al margen de esas controversias y a nadie - ni a la izquierda, ni a la derecha- se le ocurría intentar prohibirlos.

Hoy sí, hoy los prohibidores de lo que a ellos no les gusta proliferan por doquier, igual que los calçots en enero. Mal asunto. Mal asunto para la cultura y, sobre todo, mal asunto para nosotros, amantes de los toros, del flamenco y de la libertad. De la libertad de elegir lo que nos gusta.

El caso es que, aunque prohibidos los toros en Cataluña, todavía nadie ha conseguido que se prohíba hablar de toros y, aunque no hay que impacientarse pues ya lo han intentado y todo se andará (Los liberticidas son insaciables), a eso, a hablar de toros es a lo que se dedican los aficionados catalanes. Resistentes en tiempos de prohibiciones, forman, lo que yo llamo, la resistencia taurina catalana. Ya que no hay toros, nada mejor que pasar el año hablando de toros en Barcelona.

Por eso, para hablar de toros, en una feria de otoño que ya va por su edición número 36, es a lo que me ha invitado la Casa de Madrid en Barcelona, a propuesta de mi amigo Nicolás Sampedro Arrubla y con la venia del moderador, don Fernando del Arco de Izco, manoletista número uno del manoletismo mundial. 

Resulta que, muy cerca de Barcelona, concretamente en Santa Coloma de Cervelló está enterrado un torero histórico, Nada más y nada menos que el diestro de Tomares, Ricardo Torres Reina "Bombita". Aquel que, junto a Machaquito, llenó el interregno que va de Guerrita a Joselito el Gallo. Dos diestros, Bomba y Machaco, si no cimeros, si de probado pundonor y entrega. Fue, por ello, época importante pero menor pues los ganaderos sacudidos del yugo del Guerra empezaron a enviar a las plazas uno de los toros de mayor tamaño, edad y presencia de la historia (para hacernos una idea, al estilo del mastodóntico toro de hoy). Suerte que Joselito y Belmonte achicaron el toro y pusieron las cosas en su sitio...

Bombita visita a Machaquito convaleciente. Ambos diestros sufrieron numerosas cogidas durante su carrera (Nuevo Mundo del 29-10-1908)
Nicolás Sampedro se le ocurrió que, aprovechando mi viaje, no estaría de más acercarnos a visitar la tumba de Bombita para rendirle sentido homenaje (el gallismo todavía está en deuda con el pundonoroso diestro). Rápidamente se nos unió un grupo de buenos y entusiastas aficionados.

El caso es que Bombita se había casado en 1919 con María Regordosa Jover, heredera de un rico industrial catalán. La pareja se había conocido en 1905 cuando el torero le brindó un toro en la feria de Sevilla pero por la oposición paterna no pudieron unirse hasta pasado un buen tiempo. La pena fue que ella murió al año de casarse tras el parto de su único hijo y Ricardo se volvió a Sevilla aunque juró respetar su memoria por lo que nunca volvió a casarse. Además, pidió que a su muerte lo enterraran junto a ella, en el Panteón familiar, donde hoy reposan los restos de ambos. 




En el Panteón de la familia Regordosa en Santa Coloma de Cervelló, con algunos miembros de la "resistencia taurina" catalana. Allí están enterrados Bombita, su esposa, María Regordosa Jover y su hijo Ricardo Torres Regordosa.
En el Panteón, delante de su tumba, recordamos al torero, sus anécdotas y sus peripecias taurinas. Su dura lucha con su amigo y competidor Machaquito, con el emergente y arrollador Joselito, con los toros y con los públicos (puestos en contra de la pareja por el pleito de los Miuras). Dura época, sin antibióticos y sin penicilina, que Bombita sobrellevó con su sempiterna sonrisa.



De lo que se mencionó allí, merece mención especial el recuerdo a su famoso "quiebro de rodillas". Lance que se debe, en realidad, a Fernando el Gallo y que luego practicaron otros toreros como sus hijos Rafael José y algunos otros. Uno de los que más destacó en ese quiebro fue, probablemente, el sevillano Ricardo Torres "Bombita".

Ricardo Torres "Bombita" dando el "cambio de rodillas" en Alicante, el 16 de marzo de 1912. El vuelo del capote semeja una flor grana y oro, concretamente y según el poeta Gerardo Diego, una peonía.
Por eso, ante su tumba, recordamos los versos que Gerardo Diego dedicó, a esta suerte y a este diestro, en su libro "La suerte o la muerte". Un poema que leímos ante la tumba del torero:

Quiebro de rodillas
(Recuerdo de "Bombita")

Queda en el ruedo y se mece
-oro y grana- una peonía.
(Da tiempo para que rece
Angustias su avemaría.)
Prendido por punta y cuello
el pétalo, se hinche al resuello
que el quiebro cruza y evita.
Pasó rozando la mole
y al estampido del ole
sonríe frágil "Bombita".

El cambio de rodillas (del que, en octubre de 2012 publicamos un extenso artículo que puede leerse aquí) no tiene nada que ver con la larga cambiada afarolada de rodillas aunque muchos las confunden, como Andrés Amorós en su, por otra parte, magnífica edición comentada del libro de Gerardo Diego (Editorial Biblioteca Nueva, 1999).

Si, desde el punto de vista técnico, Amorós yerra, no lo hace al analizar la poética de este poema pues nos aclara y explica las analogías que utiliza el poeta santanderino en el poema dedicado al quiebro de rodillas de Bombita. Copiamos el texto de Amorós.
"En esta décima, la punta del capote es una flor roja, una peonía. El tiempo se hace larguísimo mientras se espera que se arranque el toro. Cuando lo hace, el pétalo de la flor, lo conduce, se consuma la suerte y sonríe, frágil, Bombita, con su cara de niño feliz". 

La peonía roja con pistilos amarillos tiene un claro parecido en sus colores con el capote de los toreros.
Tenemos pues un cambio de rodillas y al hilo poético de ese cambio, una flor y una sonrisa. La flor, cual capote grana y oro, es la peonía . La sonrisa, la de Bombita, el torero de la sonrisa permanente. 

Bombita. El torero de la sonrisa permanente.

Una sonrisa que se convirtió en proverbial pues, incluso, sonreía cuando cogido lo llevaban, tantas y tantas tardes, camino de la enfermería.

Bombita en San Sebastián, en septiembre de 1913, mientras le arreglan la taleguilla tras una cogida. El diestro de Tomares mantiene su sempiterna sonrisa (ABC).
Después de recordar su memoria, dimos por finalizada nuestra visita con una sentida ovación que resonó magnífica en la magnífica acústica del Panteón de la familia Regordosa y con el grito espontáneo de "¡Vivan los buenos toreros!" en homenaje a Bombita, el torero que descansa en una tierra donde hoy están prohibidos los toros.


Nota de LRI: Este artículo está dedicado a nuestro buen amigo Nicolás Sampedro Arrubia y, por extensión, a los miembros del recién nacido "Círculo Memoria de Bombita" y, en general, a todos esos buenos aficionados (Fernando, Albert, Carles, Ernesto, Marta, Carlos, Werner, Gerard, Lola, Cuco, José Luis, Elena, Vicente, Abelardo y un largo etcétera) que tan bien y con tanto cariño nos han acogido estos días en nuestro periplo por esas tierras catalanas de tan arraigada tradición taurina. Una tradición taurina hoy rota, por desgracia, por mor de la intolerancia de los intolerantes.

sábado, 13 de octubre de 2018

De la bulería festera a la bulería para escuchar

Por Ramón Soler



Nota de LRI: Carlos Martín Ballester es un pedazo de aficionado al que no tengo la fortuna de conocer. Uno de esos lunáticos que se obsesionan con el flamenco y dedican buena parte de su tiempo y sus energías a disfrutar y difundir nuestra cultura. Carlos ha iniciado una colección de libros que va a hacer historia pues cada título, que está dedicado a uno de los grandes del flamenco, incluye unos textos de lujo (José Manuel Gamboa, Norberto Torres y Ramón Soler junto a Carlos componen el elenco habitual, a los que hay que añadir los prologuistas de cada tomo que, en las dos primeras entregas, han sido Manuel Ríos Ruíz y José Manuel Caballero Bonald. Lo dicho, de lujo). El añadido o la base, según se mire, es la recopilación de toda o casi toda la discografía (de pizarra) del cantaor al que va dedicado libro pues Carlos es, además coleccionista de tronío. Van dos tomos, el primero dedicado a don Antonio Chacón y el segundo al Majareta o sea, a Manuel Torres. Para este trimestre ha anunciado la publicación del tercer tomo dedicado a Tomás (Tomás en el flamenco solo puede ser Tomás Pavón).

Las grabaciones históricas son la base pero los textos merecen muy mucho la pena. Por ejemplo, en el tomo dedicado a Manuel Torres, el análisis que Ramón Soler dedica a uno de los cantes es un verdadero tratado sobre la creación de uno de los palos de más enjundia flamenca: la bulería por soleá a partir de las bulerías.

Según Ramón, fue Pastora Pavón la primera que grabó -por dos veces- las bulerías por soleá en 1914, pero todavía a ritmo de bulerías. También fue Pastora la primera en grabar una bulería por soleá propiamente dicha en 1917. Luego llegaría la versión de Manuel Torres en 1928, el Majareta le dio a ese cante toda la enjundia y jondura propias de los cantes del genial jerezano. Merece la pena conocer ese proceso (y leer el libro entero, por supuesto, del que este extracto puede y debe servirnos de aperitivo)

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Las bulerías por soleá aparecen en la discografía poco después que su pariente cercana la bulería. Como indica su nombre, integran una va­riedad de estilos de bulerías en compás de soleá. Del mismo modo que hay fandangos por soleá hay bulerías por soleá, solo que la confusión en este último caso es mayor dado que el compás —no el tempo— de la soleá y la bulería es el mismo. Quizás sea esa la causa de que las denominaciones que se usan sean diversas.

El primer registro que conocemos de una bulería por soleá es de la Niña de los Peines, aunque el título es «Bulería Pastora» . Lo impresionó en 1917 con la guitarra de Currito el de la Jeroma. Ahí interpreta el estilo con el que abre Manuel Torres su grabación, con la letra «Tú no digas que me has dejao». Es muy posible que Pastora aprendiera esa bulería de La Pompi, siete años mayor que ella.

Estas bu­lerías lentas son las que se han cantado tradicionalmente en los tabancos de Je­rez al son de nudillos, por eso también se les conoce como bulerías pa' escuchar, para diferenciarlas de las bulerías para bailar, habituales en las fiestas. Si bien las bulerías pa' escuchar son muy populares en Jerez y de raíz eminentemente tra­dicional, también se les atribuyen al jerezano Antonio la Peña y al Sordo la Luz —nacido en 1854—, sobrino que era de Paco la Luz y abuelo de Manuel Soto ‘Sordera’.



Pastora es la primera que graba una bulería por soleá con esa misma música de inicio, pero a ritmo de bulería. La impresiona en 1914 con la guitarra de Luis Mo­lina, para la casa Odeón. Aparece en dos grabaciones que titula apropiadamente «Bulerías nuevas n.º 1» y «Bulerías nuevas n.º 2».

Debió de ser todo un hallazgo expresivo para la sevillana, pues en ambos registros repite varias veces la misma melodía en letras como «No seas loca y ten talento», «Lo que me pasa contigo», «Por tu causa yo me veo», «A voces te estoy llamando» y «Quisiera ser como el aire», todas de sabor netamente jerezano. Además, duplica versos e intercala un verso tópicoMare de mi alma») para darle mayor amplitud al cante, aspectos cruciales en el paso de la bulería festera a la bulería por soleá. No es hasta 1923 cuando ya aparece la denominación «Bulerías por soleá» en un disco de La Anda­lucita, que es la denominación que nos parece más apropiada para estos cantes.


La grabación de bulerías por soleá que tenemos de Manuel Torres es extraordi­naria, más que por su variedad estilística —que en esa época estaba por desarro­llar bastante— por su expresividad. Tras un flamenquísimo temple, caracterizado por la peculiar dicción nasal de Manuel, interpreta primeramente el cante atribui­do al ya citado Antonio la Peña. Lo ejecuta con tercios cortos, alejado de la esté­tica sevillana, que tiende a más adornos, como hicieron los Pavón, Marchena y Carbonerillo a partir de los años 20. Esa brevedad en el decir de Manuel casa bien con el título de «Bulerías cortas», una forma que ha defendido en los últimos tiempos el gran Manuel Moneo, recientemente desaparecido.

El paso de coplas de tres versos, como la primera, hasta llegar a componer un cante de ocho tercios cantados es de gran importancia para la consolidación de la bulería por soleá como estilo autónomo alejado de la bulería festera. Los versos aña­didos le dan mayor contenido a la copla y a la expresión musical. Destacamos el modo con que pronuncia las palabras «buscarme» y «veas».

Le sigue el mismo estilo, pero sin repetir la parte final del cante. Como en el an­terior, el modo de alargar la palabra «brazos» de forma compungida está cargado de emotividad. Sin que transcurra un compás con la guitarra sola —lo que incremen­ta el pathos— cierra Manuel con una bulería corta, un estilo que ya le escuchamos a la Niña de los Peines en su primera grabación de bulerías festera, de 1909, con las letras «Yo tengo mu mala nota» y «Mujer qué quieres de mí». Al cantar Manuel To­rres dicha bulería a ritmo de soleá gana en intensidad emocional.




SOLER, Ramón en  el libro-CD "Manuel Torres-Colección Carlos Martín Ballester
(1ª ed., s.l., 2018, págs. 318-320)


viernes, 12 de octubre de 2018

URDIALES

Por Fernando Cámara

Diego Urdiales

Urdiales firmó en Madrid, lo que sin duda, serán una de las faenas más importantes de la temporada.

Realizó una labor rabiosamente ortodoxa y pulcra ante dos toros colaboradores de Fuente Ymbro, encaste Domecq. Perfecta colocación y compostura en armonía con las formas de los engaños cuyas sutiles siluetas parecían hechas para una perfecta simbiosis de movimientos ante la pujante bravura de los de los astados. 

Aparecían estímulos y formas donde los trayectos tranqueados de los toros seguían fielmente la muñecas del que realiza la obra. Un lunático influenciado por el romanticismo y la seducción de embestidas que proporcionen el compás necesario para la preciosa y templada realización de la música en el ruedo. 

Toreo reunido y redondeado, añejo, antiguo y lleno de lo que pudiera ser una performance vintage a la vanguardia de los tiempos. Perfecta interpretación de la intimidad de un sentimiento torero y de la dignidad ornamental que pedía a gritos un acto de comprensión. En pocas palabras, un toreo imposible de definir con palabras y más allá del recuerdo que dejó en el alma de casi todos los que allí se congregaron. 

Toreo renacentista y basado en lo esencial, sin aspavientos, íntimo y arrancado del llanto del alma en su deseo de expresar sus emociones y sentimientos ante un público ajeno totalmente a la pasión del torero, pero no al margen de las cloacas del sistema. 

Urdiales reivindicó su postura, su estilo y su filosofía de lo que, para él, es ejecutar e imponer el toreo de todos los tiempos en una obra contemporánea donde todos fuimos testigos, excepto algunos, de la esquizofrénica locura que representa una inocente tarde de toros y fiesta...

martes, 28 de agosto de 2018

El recuerdo de un traslado en camilla

Por Jose Morente.


"Manolete ya se ha muerto, muerto está que yo lo ví" (K-Hito)
Justo hace setenta y un años y por estas mismas horas (escribo entre las 10 y las 11 de la noche) trasladaban a Manolete en camilla desde la enfermería de la Plaza de Toros hasta el Hospital de los Marqueses de Linares donde se iba a consumar el drama.

Un drama que, como las tragedias griegas, tuvo coro de protagonistas: aquel torero joven, aquel ganadero amigo, aquella madre dominante, aquella novia, aquel apoderado y sobre todo, el público, aquel público. 

La última temporada de Manolete en España fue un verdadero calvario por la inquina de algunos periodistas y la inquina de los públicos azuzados por aquellos periodistas. Unos públicos entretenidos siempre en derribar a sus propios ídolos (el viejo deporte nacional). Manolete pensaba retirarse al final de temporada pero lo que encontró fue la muerte en una plaza de pueblo a manos de un toro de Miura. El, de quien decían que ganaba más que nadie, pero que siempre dio más, mucho más, de lo que los demás merecían.

La entrega de Manolete fue proverbial, todas las tardes, en todas las plazas y con todos los toros. En la historia del toreo nunca, nunca, se había dado un caso parecido. Su concepto del toreo era además tremendo, tanto por absoluta entrega como por su perfecta y novedosa técnica. Por eso, todos los toreros le siguieron; Parrita su discípulo, Luís Miguel su joven oponente, Pepín quien elevó a categoría de arte el toreo del diestro de Córdoba, todos...

Mejor dicho, casi todos, pues muerto el mito, hubo quien aprovechó la ocasión para ganar en los púlpitos la pelea que no había podido ganar en los ruedos. El problema es que esas tesis mezquinas -seguidas al pie de la letra- fueron y son el dogma donde se han ido formando las sucesivas generaciones de aficionados que, desorientados, hace tiempo que han dejado de entender lo que realmente pasa en los ruedos.

No importa, porque todavía hay toreros -no todos, pero si los suficientes- que tienen como referente al Monstruo, en su toreo y en su ética. Ellos son los que mantienen vivo su recuerdo.



Dos toreros en el concepto de la entrega de Manolete: José Tomás y Saúl Jiménez Fortes


lunes, 27 de agosto de 2018

Carta abierta a Juan Ortega

Por Luis Miguel López Rojas

Torería auténtica


“Juan Ortega, tú sí estás en mi otoño…”

Hoy, instantes después de que Plaza 1 haya presentado oficialmente las lista de los once toreros que entrarán en el bombo de la feria de otoño, diseñado de aquel que se autoproclama “productor de arte”. Sorprende que el sorteo no esté una bola con tu nombre. Sólo te puedo decir Juan Ortega, tú sí que estás en mi otoño.

En ese sorteo, sí estará presenta la bola de la injusticia, del cambio de cromos, del mediocre sistema taurino que asfixia el toreo, la bola de la falta de sensibilidad…porque el arte no se produce señor Casas. El Arte, se tiene o no se tiene. Como la torería, la que tú, Juan Ortega, derramaste en el coso venteño el pasado día de la Paloma.  

Ya lo dijo Curro Romeroqué difícil es comer despacio cuando se tiene mucha hambre”, y que difícil debe ser después de que pasaran más de dos años desde tu confirmación y no haber vuelto a pisar su ruedo. Del olvido, de ostracismo que somete el sistema a tanto torero bueno. En tarde de canícula agosteña, del Madrid desierto, de mucho cemento, de escasa entrada y mucho turista, de andanadas cubiertas de andamios… pero también de fecha de tradición con aficionados dispuestos a paladear el toreo, el buen toreo. Tarde de jugarse el todo por el todo…

Por eso impactaste tanto, desde el primer quite, donde tu capote se mece en forma de dos verónicas. La media que esculpe y cincela tu cuerpo. Esa despaciosidad, esa mente despejada, ese aroma a toreo bueno. El reencuentro con el toreo añejo, el toreo caro, el toreo de sabor. El toreo de hoy y de siempre. Por tu forma de iniciar la faena con esos doblones por bajo,  torerísimos, además de eficacia y dar al toro la lidia que necesitaba, reunieron belleza y se convirtieron en escultura

Faena maciza. Cadencia y compás. Para saborear y paladear. Tres series con la derecha y una tanda donde los naturales surgieron cristalinos y puros.  Exquisita. Como exquisito volvió a ser el cierre por bajo. Tu corazón tras de tu espada, que quedó en todo lo alto… ¡Cómo olía a toreo en tu vuelta al ruedo con la oreja en la mano!

¡Qué pena que tu segundo no dejara redondear la tarde! Y qué ganas de volver a verte… Juan Ortega.

Por todo esto todavía doy más valor a tu actuación, que por sí sola y en otros tiempos te habría valido un buen número de contratos. Pero de lo que todos estábamos seguros, es que al menos te valdría para que tu nombre apareciese anunciado en los carteles de esta novedosa feria de otoño. La del sorteo. 

Seguramente el Señor Casas no estuvo en Madrid ese día, lo que no es disculpa, porque gente de su amplio grupo y confianza, sí estaría. Y si no, están los videos y como todos los medios taurinos de forma unánime lo cantaron. Por eso duele más tu ausencia.

Hoy retumbarán en tu mente una y otra vez ese: “tanta lucha, pa ná”, que en su día pronunció tu apoderado, Pepe Luis Vargas, con el que tantas horas de toreo de salón, de sueños, de lucha has compartido este año… 

Sé que mis palabras de poco servirán, pero cuando la temporada eche el cierre, las luces se apaguen, las plazas españolas cierren sus puertas y el invierno coja fuerza, mi mente de aficionado recapitulará para ver lo que quedó grabado en mi memoria esta temporada 2018. Eso es lo que verdaderamente distingue el arte. La inmortalidad del recuerdo que queda marcado a fuego en nuestro corazón de aficionado. Ese arte que parece desconocer el que dice llamarse “su productor”. El arte que vi y esparciste en las Ventas.

Por eso Juan Ortega, sólo te puedo decir que tú sí que estás en mi otoño.

Y yo te espero, TORERO.

Luis Miguel López Rojas.
24 de agosto de 2018.






martes, 21 de agosto de 2018

Saúl Jiménez Fortes. Lo de Málaga no fue un sueño

Por Jose Morente

El toreo en máxima quietud. Saúl Jiménez Fortes en la Malagueta

El pasado 17 de agosto, Saúl Jiménez Fortes desplegó en la Malagueta el mejor toreo posible, por pureza, por entrega, por suavidad y por verdad. A quienes andan todavía preguntándose qué es torear, Saúl les dio cumplida respuesta. Torear es lo que hizo Saúl Jiménez Fortes en Málaga ante dos buenos toros de Cuvillo el pasado viernes. En el toreo de muleta, estuvo cumbre. En el toreo de capote, sublime.

Hablemos de su capote. La clave de su toreo de capa (de todo su toreo, de todo el buen toreo) está en el valor. Y es que se necesita mucho valor para esperar tan parado la embestida del toro y pasárselo por la barriga tan, tan, tan despacio, con tanta suavidad como temple. Sin embargo, resulta evidente que, para torear así, no basta con el valor sino que se precisa un gran conocimiento de las suertes. Al toro hay que llevarlo toreado, muy toreado.

Con el capote, por ejemplo, esto que decimos no es nada fácil de conseguir. Con el capote al toro que no trae inercia, no se le puede pulsear como se le pulsea en el toreo de muleta. Decimos que no se puede, aunque después de ver a Fortes en Málaga, tendremos que poner en duda el aserto pues derrochó suavidad, temple y mando en el manejo de la capa en ambos toros en el bravo y agresivo segundo y, sobre todo, en el manso y parado quinto.

Pero la nota final y definitiva del toreo de Fortes la pone su naturalidad. La naturalidad en el toreo de Fortes, y en el de todos los grandes toreros de su misma cuerda, viene de la mano de la economía de movimientos, de despojar al toreo de cualquier gesto superfluo, de cualquier movimiento innecesario. Lo que puede hacer una articulación menor -los dedos, la muñeca- no es bueno que lo hagan la cadera o las piernas.

El que se tiene que mover, eso Belmonte lo tenía muy claro, es el toro no el torero. El toreo así practicado suave, templado, lentísimo, con un toro en agresivo movimiento en contraste con un torero en máxima quietud, adquiere un aura de irrealidad, de algo lejano e imposible. Se convierte en un sueño

Pero lo de Málaga no fue un sueño. Aquí está la prueba.

sábado, 11 de agosto de 2018

Postales taurinas (XXV) La verónica quietista de Curro Puya

Por José Morente

La verónica -de fama mundial- de Gitanillo de Triana.

El toreo es un arte en movimiento. La fotografía capta sólo un instante, por eso nunca una fotografía -al contrario que el cine- podrá dar cabal idea de como fue un lance y menos una faena. 

Siendo ello cierto, no lo es menos que una eterna aspiración del toreo -puro movimiento- fue y es detener el tiempo, pararlo, congelar el instante. Parar el toreo es la primera premisa de la trilogía belmontina. Parar el toreo fue la vieja aspiración de los toreros del XIX. Huevo o gallina, nunca sabremos si fue esa momentánea parada dentro del lance la que permitió a los fotógrafos de la época captar el instante o, al contrario, si fue la aparición de la fotografía la que sugirió a los toreros más atentos la necesidad de detener el lance para que los fotógrafos pudiesen inmortalizar su obra de arte.

Y es que, viendo la fotografía que encabeza este post, nadie podrá poner en duda que el toreo es arte. Arte bellísimo, de delicadas y armoniosas líneas, cierto es. Pero, también y al mismo tiempo, arte denso y profundo, arte que hunde sus raíces en la tierra; arte terrenal.

La fotografía de este post es archiconocida mundialmente pero sus detalles quizás lo sean menos. Se trata en efecto de una de las verónicas más divulgadas de Gitanillo de Triana, el añorado y llorado Curro Puya pero ¿de quién era y donde se lidió ese toro que que coloca la cara (imaginamos) con tanto primor como bravura?

La respuesta nos la da José Antonio Villanueva Lagar en su interesante libro sobre la historia de la ganadería mexicana de San Mateo a la que pertenecía el burel de marras.
"Y en la Oreja de Oro celebrada el 3 de febrero del año siguiente, Francisco Vega de los Reyes Gitanillo de Triana, a punto de regresar marchito a España por haber toreado sin mayor relieve, bordó el toreo con el encastado Como Tú y se llevó, tanto el rabo de su adversario, como el áureo trofeo en disputa; las seis verónicas que logró el hispano ante este burel pasaron a la inmortalidad y continúan siendo paradigma de lo que debe ser este lance fundamental. Como Tú dejó un imborrable recuerdo al gitano conocido también como Curro Puya, por lo que su hermano Rafael solicitó toros de San Mateo para su confirmación de alternativa en México, el último día del año 1944".

En cualquier caso, viendo la fotografía de la verónica de Curro Puya a Como Tú de San Mateo, no me extraña nada que Gregorio Corrochano en una crónica le preguntara al torero de Triana: 

- Gitanillo ¿Se te para el corazón cuando toreas?

Tragarse el cante

Por Jose Morente

Antonio Mairena. Su interpretación de la seguiriya de Joaquín Lacherna es sencillamente, antológica.

¿Qué será eso de "tragarse el cante"?

Busco la definición y no la encuentro. Ni en el "Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco" de José Blas Vega y Manuel Ríos Ruiz, ni en el más reciente "Flamenco de la A a la Z" de José Manuel Gamboa y Faustino Núñez se explica que es eso de tragarse el cante.

Y, sin embargo, se trata de una expresión relativamente habitual entre aficionados y cantaores. A eso de tragarse el cante se refieren, por ejemplo, Luis y Ramón Soler en su imprescindible "Antonio Mairena en el mundo de la seguiriya y la soleá" (1992) cuando hablan de la seguiriya de Joaquín Lacherna.


La seguiriya de Joaquín Lacherna


A Joaquín Lacherna (o la Serna) se le atribuye un estilo de seguiriya que es, en realidad, una variante de la seguiriya del Viejo de la Isla. Es casi seguro que ese cante se difundiera gracias a su sobrino Manuel Torres que, no obstante conseguir una lograda versión, no fue el primero en grabarlo. Antes que él, lo hicieron Pastora ("Que alegría más grande" en 1918 y "No llamarme al meico" en 1929); Tomás (su genial "Apregonao me tienes" de 1928) y Cepero ("Qué doló de mi mare" en 1928 y "Rabiando te mueres" en 1930). Manuel Torres, la grabó dos veces ("Contemplarme a mi mare" y "El alma se me había arrancado") en 1929. Junto a la de Tomás y la de Manuel, los Soler destacan la versión de Antonio Mairena ("A la muerte yo llamo" de 1972), otra cumbre de este estilo. 

Como dicen estos autores, la seguiriya de Joaquín Lacherna destaca por "su rajo, del mejor cuño jerezano" lo que la sitúa entre "las más acabadas y sublimes modalidades de todo el tronco siguiriyero". Según ellos, esta seguiriya "se hace en los tonos medios, con tercios muy modulados, quejumbrosos y muy ligados". Pierre Lefranc (2000) matiza que "en el repertorio moderno de Jerez es la seguiriya más altiva, aquella que transmite más rechazo y que llora menos"

Los Soler añaden -y eso es lo que nos trae aquí- que "en la exposición de los primeros tercios de muchas versiones se puede apreciar como el cantaor se traga el cante, cobrando en ellos toda sus sustancia".


Tragarse el cante

Hay muchas maneras de cantar pero, simplificando, pudiéramos decir que hay dos formas básicas y enfrentadas de enfrentarse al acto de cantar. Una, sería aquella del cante entendido como espectaculo, cante grandilocuente y efectista, del que canta por lucimiento, buscando la admiración del oyente y demostrando su capacidad de afinación, de compás, de modulación, de alcanzar notas imposibles. Otra, sería aquella de quien canta para el mismo o para un grupo muy reducido de cabales. Cante intimista, que sale de las entrañas, que se da pero no se vende. Es el cante de quien busca y rebusca dentro de sí sus emociones más hondas para así emocionar también hondamente a aquel que le escucha. 

En esa pelea emocional y emocionante, tragarse el cante es retenerlo un momento en la garganta para luego dejarlo salir, libre y espléndido cuando y como conviene. Tragarse el cante es cantar hacia adentro para acrecentar la emoción. Es un no-cantar temporal, una pausa con sabor de siglos que denota sabiduría, conocimiento e introspección pero que, sobre todo, al atemperarlas busca transmitir de manera más potente esas sensaciones fuertes que vienen de las entrañas y pugnan por salir de la garganta del que canta.

Cuando canto bien me sabe la boca a sangre, decía la Piriñaca. Pues eso.


A título de ejemplo

Las primeras versiones que Pastora y Cepero grabaron del cante de Lacherna, se encuentran todavía vinculadas al estilo matriz del Viejo de la Isla o al más moderno de Paco La Luz, pero luego tras la publicación de la versión de Manuel Torre, ambos incorporarán en sus cantes  esos matices e incidencias que estamos comentando.

Tomás en su "apregonao" introduce también esos matices de forma sutil y elegante a lo largo de los diferentes tercios pero será en el último donde se trague de verdad el cante. Pastora y Cepero, con el estilo ya más definido, harán lo mismo desde los primeros tercios, tal y como explicaban los Soler.

Pero quien de verdad da una lección de este cante, es Antonio Mairena. Su versión de la seguiriya de Joaquín Lacherna es paradigmática, ejemplar y... emocionante. Tanto que consigue arrancar el sentido olé de quien le jalea (¿Quizás Pepe Torres?) cuando se traga el cante.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Cuaderno de notas (CXXXIII) Sortéense los toreros

Por Hache


Simón Casas. Moderno sorteador de toreros.

Nota de LRI: Tiene aires de modernidad la interesante propuesta de Simón Casas de "sortear los toreros" en la próxima feria de Otoño. Pero curiosamente la idea no es tan moderna y ya hace algún tiempo hablaba de ella en estas páginas nuestro amigo Luis Miguel López-Rojas. 

Sin embargo, no hemos sido nosotros -ni mucho menos- los primeros en proponer el sorteo de toreros. Hace más de 100 años, Antonio Fernández de Heredia "Hache" en su Doctrinal Taurómaco (1906) proponía este sorteo de toreros y además citaba ejemplos más antiguos aún de propuestas parecidas, como las recogidas por Sánchez de Neira en su Diccionario. Lo de Neira que hablaba de un suceso de 1833 donde se sorteaba el orden de lidia, era otra cosa. pero lo de Hache, sorteando toreros en corridas de varias ganaderías, es idéntico a lo que propone Simón Casas.

La modernidad no es de hoy sino de ayer. O, mejor dicho, de antesdeayer. Leámos, pues, a Hache, el moderno...

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Puesto que el sorteo no puede hacerse si se corren toros de distintas vacadas, allá va la solución más imparcial y que á nadie perjudica: después de enchiquerados los toros, que los espadas se sorteen entre sí el orden por el cual han de matar. Es lo más equitativo.

Sortéense los toreros.- La cosa trae miga pero será necesario ponerla en práctica. Así -escribía yo en La Lidia el año 1899- el ganadero dispone de lo que es suyo: ¡se descomponen esas supuestas cábalas! y el publico, que es quien sostiene el espectáculo -por tanto, el número UNO-, ve lidiar los toros en el orden señalado por el dueño, de lo cual depende en muchos casos el resultado de una corrida (...) 


Y para que veáis que no es extravagancia lo propuesto, acudo al maestro D. José [de Neira] (...) y en la pág. 742 del Diccionario leo lo que sigue y prueba que en la antigüedad ocurría sortearse los puestos los espadas; y conste, por el contrario, que nada leí respecto á sortear los toros:

"De ser cierto cuanto la tradición expresa, ya consta que en el siglo pasado hubo un sorteo, NO DE TOROS, sino de lidiadores para preferencia de puestos; y en el mismo sentido y con igual fin aparece reproducida la cuestión en 1833 (...)"


FERNÁNDEZ DE HEREDIA, Antonio "HACHE", Doctrinal taurómaco (1ª ed., Madrid,1906. Pág. 288)

Hache. El primero que habló de sortear toreros

domingo, 5 de agosto de 2018

Cuaderno de notas flamenco (VIII) Admiración mutua de Pastora y Manuel

Por José Sánchez Bernal "Naranjito de Triana"

Manuel Vallejo le hace palmas a Pastora Pavón. El Niño Ricardo a la guitarra.

Hoy nos escuchamos pocos unos a otros, que eso es lo peor, porque lo oímos una vez, o lo escuchamos en un disco, y ya sabemos como canta. Antiguamente, nos poníamos a escucharlo todos los días y, si cantaba bien, no nos importaba que fuera de Sevilla o Córdoba, ni si era payo o gitano; lo escuchábamos desde un punto de vista artístico, y le dábamos sus ¡olés! sinceros.

En aquella época La Niña de los Peines le decía olé a Vallejo y, cuando grababa un disco Pastora se molestaba en ir a Madrid, si hacía falta, a hacerle las palmas, y no es que fuese a cobrar nada; lo hacía porque era admiradora de ese artista.

Y lo mismo ocurría cuando era ella la que tenía que hacer una grabación: allí estaba Manuel para tocarle las palmas y decirle sus ¡olés!

NAVARRO, José Luís y TRIGO, José Manuel, "Naranjito de Triana-Fiel a sus sentimientos", Sevilla, Editorial Castillejo, 1992. Página 157.    

sábado, 4 de agosto de 2018

Postales flamencas (I) Pastora Cruz Vargas


Pastora Cruz Vargas (Fotografía del libro "La Niña de los Peines en la casa de los Pavón" de Manuel Bohórquez)

Pastora Cruz Vargas,
 conocida como Pastora la de Calilo, nació en El Arahal (Sevilla) en 1858. 

Casada con su primo Francisco Pavón Cruz, conocido como "El Paiti" y madre de La Niña de los Peines y de Arturo y Tomás Pavón, fue una gitana de rompe y rasga.

Cuenta Manuel Bohórquez que, una feria de abril, entró en la plaza de la Maestranza con su hijo Arturo en el cuadril y la banda de música, al verla, le tocó la Marcha Real.

Por su empaque y su tronío.

domingo, 1 de julio de 2018

3 pinceladas taurinas

Por José Morente

El brindis -largo brindis- de Perera a Tomás en Algeciras. Buena muestra del respeto y la admiración de un torero independiente a quien es referente del toreo de nuestros días. El público, con su inmensa, eterna y profunda ovación subrayó la importancia- simbólica- del momento. El toreo está en permanente deuda con José Tomás.

JOSÉ TOMÁS NO LE DEBE NADA A NADIE

Digan lo que digan quienes le piden más compromiso con la fiesta, más actuaciones, otras plazas, otros toros, otras estrategia, pero lo cierto es que José Tomás no le debe nada a nadie. Por lo que ha hecho en el toreo. Mejor dicho, por lo que está haciendo en el toreo, por el toreo y para el toreo.

Toda la grandeza de la fiesta, que es mucha, el recuerdo y memoria de los grandes toreros de ayer con sus antañonas gestas, se podría resumir en esa forma de estar dentro y fuera de las plazas que tiene el torero de Galapagar afincado en Estepona.

No, Tomás no está en deuda con el toreo. Tomás no está en deuda con nadie. Al contrario, es el toreo, somos todos nosotros los que estamos en permanente deuda con este diestro. 


Una década después del calvario sufrido en su dramática encerrona de las Ventas en el otoño de 2008, Perera montó el lío grande en Algeciras. Del desapego, frialdad e incomprensión del público madrileño de aquella tarde hemos pasado a la merecida y apasionada entrega de ese público universal (verdadero cónclave taurino) que se congregó en Algeciras. Justo premio a quien se la jugó de verdad. Tan de verdad como hace diez años... Aunque entonces algunos no quisieron o no supieron verlo. 
PERERA MONTA EL LÍO GRANDE EN ALGECIRAS

Libélula, el toro de Jandilla lidiado en 4º lugar en Algeciras, tuvo -Barquerito dixit- fijeza, prontitud, entrega y nobleza excepcionales. Cierto es. Pero no menos cierto es que Perera lo toreó con firmeza, prontitud, entrega y arrojo excepcionales. Hubo varias faenas dentro de la faena. En la última, en la ojedista, Perera formó un verdadero lío en los tendidos. Como pocas veces, muy pocas, se puede ver. Y es que, en algún momento de ese tramo final, dió la impresión que al torero ya nada le importaba. Ni siquiera su vida. Solo torear. Solo eso.

Por eso -quizás- la emoción del público. Solo por eso.




EL GALLEO DEL BÚ A 100 AÑOS DE DISTANCIA

Decía Pepe Alameda que existe un hilo que cose el toreo desde sus albores a nuestros días. Un hilo que no tiene nada que ver con los cánones y las normas sino que va mucho más allá. A la pura esencia. Un hilo invisible casi siempre pero que, en algunas -raras- ocasiones, se nos hace evidente y visible.

Es lo que sucedió el pasado día de San Juan en León. Cien años después del galleo del bú que hizo Joselito en Barcelona, el día de San José de 1918, en el homenaje a Florentino Ballesteros, Morante desempolvó esa vieja suerte. El de la Puebla, se acordó de Gallito y le rindió sentido homenaje. Le homenajeó de la forma que lo hacen los toreros. En el ruedo de una plaza de toros y haciendo visible a los aficionados, por un breve y fugaz instante, bendito instante, el casi siempre hilo invisible del toreo.

Gracias, maestro.

martes, 19 de junio de 2018

¡Que no me etiqueten como aficionado!

Por Jose Morente

1907. El público. Lo mejor de la fiesta.
El integrante de la peña que alborota en el tendido de sol de la Plaza de Pamplona no ve la misma corrida que el elegante aficionado (¿quizás un torero retirado?) que se sienta en una barrera de la Maestranza sevillana. Como tampoco ven la misma corrida el adusto espectador del "Tendido 7" madrileño provisto de su pertinente pañuelo  verde o  el integrante de una de las ruidosas "porras" de la plaza México.

1898. Palco en Valencia
La misma faena, al mismo toro y en la misma plaza, la ven de forma harto distinta el ganadero y el Presidente; el torero y el crítico; el aficionado y el que asiste de forma ocasional. Pues hay tantos puntos de vista como espectadores.

Gran parte de la afición (y casi todos los críticos) hacen hoy una valoración global muy negativa del toreo actual. Por eso, hablan continuamente de falta de casta y presencia de los toros y del "destoreo" que, según ellos invade los ruedos. Afirman además que la fiesta atraviesa un periodo de "decadencia" que lleva inevitablemente a su desaparición.

1904. Tendido 2 Pamplona
No comparto ninguna de estas opiniones pues, siempre, la mayoría de los aficionados (y los críticos) han tenido una percepción muy negativa de sus propias épocas (sólo hay que acudir a las hemerotecas para comprobarlo). El toreo de hoy, al contrario, tiene tantas cosa buenos o malas como malas o buenas tenía el toreo de cualquier época anterior.

Nada ni nadie es perfecto (y no lo es el toreo actual que tiene muchas cosas que mejorar sobre todo, en lo que se refiere a los aspectos estructurales de la fiesta) pero pienso que esta visión tan negativa se puede deber, en parte, a la manera tan simplista con la que los aficionados (y los críticos) "ven" el toreo. A su peculiar "punto de vista".

1917. Señoritas en barrera
Y es que, señoras y señores, el toreo es sumamente complejo y no es nada fácil valorar con justicia lo que el torero hace en la plaza, entre otras cosas, porque el comportamiento del toro es variopinto e impredecible. Y el de los toreros, más.

Tengo para mí que las tres principales cualidades que deben adornar a un torero son el valor, la técnica y el arte. Valor y arte son fáciles de apreciar por los profanos. No así la técnica. Por eso, los públicos se encandilan siempre con los alardes de valor de los toreros valientes y con las formas elegantes de los toreros artistas pero difícilmente se entusiasmaran con la demostración de poderío y mando de los toreros técnicos.  Y ello, sencillamente, porque para poder apreciar el mérito de una faena técnica hace falta un conocimiento, de las reses y de las suertes, que no es fácil adquirir.

1947. El público de Madrid
Como no es fácil, muchos aficionados (y no pocos críticos) buscan atajos que les permitan titularse como "entendidos" (la máxima categoría en este "Planeta de los Toros"). Los atajos principales son, para mí, dos: El "truco de los hierros" y el "truco de los cánones". Ambos muy sencillos y que voy a explicar

El "truco de los hierros" consiste en valorar al toro no por su comportamiento en la plaza sino por el hierro (la ganadería) a la que pertenece. El "truco de los cánones" consiste en valorar al diestro no por el mérito real de sus faenas sino por su adecuación a las normas o códigos "establecidos" (normas sacadas del toreo de otras épocas y que se mezclan, sin empacho, en curioso batiburrillo).

Si el toro pertenece a una ganadería considerada "comercial" ya podrá tirar veinte gañafones por minuto que el aficionado conspicuo de turno lo comparará (¡sin rubor y en cruel ironía!) con el "borreguito de Norit". Si el torero no adelanta la pierna de salida, como se hacía en los años 30, ya podrá conducirse con firmeza y jugarse la piel, que le acusaran de ventajista y tramposo.

1972. Lima aficionado protestón
Nunca el toro ha sido como los toristas dicen que ha sido. Nunca se ha toreado como ahora nos dicen algunos que se debe torear. Valorar el toro y el torero actual mediante tópicos y clichés propios no ya de otras épocas, otros modos y otras modas sino a partir de nuestros prejuicios (que eso es lo que ahora se hace) conduce a una percepción muy negativa e injusta, además de distorsionada y falsa, del actual toreo moderno.

Posiblemente, ahí esté la clave del éxito de estas fórmulas. No sólo porque la simplificación que se hace es muy cómoda para el aficionado (y el crítico) sino, sobre todo, porque en este mundillo en particular (y en nuestro país, en general) consigue, antes, mayor caché y prestigio, el demagogo visceral (que todo lo ve mal) que el ecuánime y  ponderado (que intenta explicar  las cosas con objetividad).

Por todo eso, si  se considera "aficionado" (como viene siendo habitual desde que el toreo es toreo) a aquel que va a la plaza provisto de escuadra y cartabón, para medir los milímetros en que un lance se desvía de la ortodoxia; de lupa, para apreciar el más mínimo error de colocación de un torero y de "cánones" para, con exagerado espíritu examinador, juzgar con intransigencia (que no valorar con ecuánime benevolencia) el comportamiento de las reses y la actuación de los diestros; entonces, ¡por favor!, no me etiqueten como "aficionado" pues no me identifico con ese modo de proceder. Prefiero considerarme sólo un mero espectador. Parte del público, que dijéramos.

2010. Protesta del "Tendido 7" de Madrid
Por el contrario, si ser "aficionado" es apasionarse por el toreo sin filias ni fobias; asistir con entusiasmo a cuantas corridas sea posible sin perjuicios dogmáticos; leer y releer, tanto las crónicas actuales como las antañonas tauromaquias, con objetividad, para entender mejor este difícil arte y, sobre todo, para intentar enjuiciar, con optimismo  y equidad, el comportamiento de los toros y los toreros de hoy día, disfrutando, en suma, de todo lo bueno (¡que es mucho!) que tiene el toreo actual (como lo tenía el toreo del pasado), entonces, y sólo entonces, sí que les agradeceré que me adjudiquen la etiqueta de "aficionado"

Y a mucha honra.

Aficionado, sí... pero según y como y con quién.